La promesa de llevar internet a cada rincón del planeta a través de miles de satélites en órbita baja suena como un avance tecnológico sin precedentes.
Sin embargo, detrás de esta innovación se esconde una preocupación ambiental creciente: las llamadas constelaciones de satélites, encabezadas por Starlink, el proyecto de SpaceX para brindar internet de alta velocidad a nivel global, que son una fuente potencial de contaminación que afectará a la Tierra y al espacio por décadas.
Según datos de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) de Estados Unidos, desde su lanzamiento en 2019, Starlink ha lanzado ya más de 6,000 satélites y planea alcanzar los 42,000. Aunque el beneficio tecnológico es innegable, científicos y organismos internacionales han levantado la voz sobre los riesgos ambientales, astronómicos y hasta sociales de esta estrategia.