Durante la apertura oficial, el secretario ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), Simon Stiell, instó a que esta nueva era de actuación climática vincule más estrechamente los compromisos con la economía real, para “acelerar la implementación y extender los beneficios” a todas las sociedades. Se resaltó que aunque la inversión en energías limpias alcanzó dos billones de dólares el año pasado, y ha crecido diez veces en la última década, esos beneficios siguen siendo desiguales entre países y regiones.
Uno de los resultados más visibilizados fue la presentación de nuevas Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) por Reino Unido, Japón y Australia, en un esfuerzo colectivo para elevar la ambición global.
En Europa se concretó una “declaración de intenciones” dirigida a fijar una reducción de emisiones entre 66.3% y 72.5% para 2035, en espera de que los estados miembros cierren un pacto climático definitivo antes de la cumbre global en Brasil. Aunque el documento no equivale a una NDC formal, representa un gesto diplomático con vistas a fortalecer la credibilidad europea. La ministra española Teresa Ribera manifestó que el acuerdo final podría definirse en las semanas siguientes, buscando armonizar competitividad y descarbonización.
Una de las propuesta que más ruido hizo fue la de elevar la dimensión legal de los compromisos climáticos. Durante el evento se realizó una campaña diplomática para consensuar una resolución de la Asamblea General que convierta la opinión consultiva del Tribunal Internacional de Justicia (TIJ), la cual establece que no actuar frente al cambio climático puede constituir una violación del derecho internacional, en un mandato reconocible por el sistema multilateral.
Vanuatu, país insular promotor de la opinión del TIJ, lideró el impulso para que esta visión se integre formalmente en la arquitectura de gobernanza climática global. De prosperar, esa resolución podría servir de base para mecanismos de rendición de cuentas y litigios climáticos con respaldo internacional.
Otro eje de las discusiones fue la consolidación de los componentes del Acuerdo de París: al cabo de diez años desde su adopción, se enfatizó que el enfoque ya no puede recaer solo en actualizar metas, sino en hacer el trabajo de implementación concreta. Stiell subrayó que ya coexisten los marcos técnicos y normativos fundamentales del acuerdo, y que lo que falta es su aplicación operativa a escala.