Las microrredes, también llamadas redes de enjambre, son una alternativa para mitigar el impacto ambiental del sector energético. Se trata de sistemas descentralizados que combinan diversas fuentes de energía renovable, almacenamiento y tecnología de gestión para optimizar el consumo eléctrico de comunidades, industrias e incluso ciudades.
Tienen la capacidad de operar de manera independiente, pero también en conexión con la red eléctrica tradicional, lo que las convierte en una alternativa para mejorar la eficiencia energética y reducir la dependencia de combustibles fósiles.
La implementación de microrredes reduce hasta en 30% las emisiones de dióxido de carbono en comparación con sistemas tradicionales basados en combustibles fósiles, según un informe de la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA).
En México, aproximadamente el 70% de la electricidad proviene de la quema de gas natural, carbón y combustóleo, según la Secretaría de Energía (Sener). La principal fuente de generación es el gas natural, que representa más del 60% de la matriz energética. Este combustible se quema en centrales termoeléctricas de ciclo combinado, donde el calor generado produce vapor que mueve turbinas para generar electricidad. Aunque es menos contaminante que el carbón o el combustóleo, sigue emitiendo dióxido de carbono.
Estas redes operan incluso cuando hay fallos en la red principal, lo que resulta útil en regiones con infraestructura eléctrica limitada, como en México, donde alrededor de 1.2 millones de personas viven sin energía eléctrica, según datos del Inegi.
Durante desastres naturales como huracanes o incendios forestales, estos sistemas pueden mantener el suministro eléctrico en hospitales, albergues o centros de emergencia. Un ejemplo de esto ocurrió en Puerto Rico, tras el paso del huracán María en 2017, cuando varias comunidades lograron restablecer su acceso a la electricidad mediante microrredes solares mientras la red central estuvo sin operar varios meses.
Otro de los beneficios de estas infraestructuras es su capacidad para integrar fuentes de energía renovable, como la solar, eólica o la obtenida a través de la biomasa, lo que reduce la necesidad de generación a partir de carbón o gas natural, dos fuentes que se caracterizan por ser contaminantes.
Lugares que ya usan microrredes
El impacto positivo de las microrredes ya se refleja en distintos proyectos a nivel global. En España, el proyecto LIFE Factory Microgrid demuestra el potencial de estos sistemas en entornos industriales. Cofinanciado por la Comisión Europea, esta iniciativa integra aerogeneradores, paneles solares y baterías de almacenamiento para abastecer una planta de producción, lo que genera alrededor de 160,000 kilovatios-hora anuales libres de emisiones.
En la Unión Europea, la normativa sobre eficiencia energética promueve la implementación de microrredes como parte de la estrategia para alcanzar la neutralidad de carbono en 2050.
En América Latina, países como Chile y Colombia desarrollaron programas de electrificación rural basados en microrredes, mejorando la calidad de vida de comunidades aisladas y reduciendo el uso de diésel para generación de electricidad.
La ONU señala que la implementación de microrredes es más rentable que las conexiones tradicionales a gran escala y que no solo proporciona acceso a servicios básicos, sino que también impulsa oportunidades económicas y mejora la resiliencia frente a desafíos ambientales y económicos.