Las imágenes como herramienta en la lucha contra el cambio climático
Las cámaras de Sean Gallup y Cristina Mittermeier son testigos del impacto del cambio climático, pero también capturan la esperanza de quienes luchan por preservar el planeta.
La población de leones marinos de Galápagos ha ido disminuyendo debido a enfermedades, el aumento de las temperaturas oceánicas y la actividad humana.(Foto: Cristina G. Mittermeier)
Zyanya López
En 2016, Sean Gallup emprendió un viaje por los glaciares de Europa y Groenlandia. Buscaba nuevos paisajes para capturar con su cámara, pero terminó encontrando algo más profundo: una advertencia silenciosa. Seis años después, al regresar al glaciar del Ródano en Suiza, lo que encontró fue devastador. Las imágenes de 2022 mostraban un paisaje irreconocible. “Parecía como si el glaciar se hubiera desinflado como un globo”, cuenta el fotoperiodista de Getty Images.
Ese contraste visible entre dos momentos en el tiempo es una prueba de lo que está ocurriendo con el planeta. Pero también una muestra del poder de la fotografía para dejar de ver el cambio climático como un fenómeno lejano y traducirlo en una verdad tangible.
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“Las imágenes pueden atravesar la comodidad política y la complacencia personas. Mi esperanza es que los recursos visuales poderosos aún logren conmover a las personas y las impulsen a enfrentar verdades incómodas”, explica Gallup. En un mundo saturado de información, donde las palabras a menudo se pierden entre titulares y algoritmos, una sola fotografía puede generar una reacción visceral que lleva al espectador a preguntarse: ¿cómo afecta esto mi vida y mi entorno?
El calentamiento global ha acelerado el derretimiento del glaciar Flatbreen.(Foto: Sean Gallup/Getty Images)
Para Cristina Mittermeier, fotógrafa ambiental, activista y embajadora de FOMARES, ese poder visual es precisamente lo que la llevó a dejar la ciencia y abrazar la fotografía como una forma de activismo. “Estudié biología marina y cuando eres parte de esa comunidad científica, te enteras antes que el público general de la gravedad de la situación”, dice.
Tras casi tres décadas alzando la voz para alertar sobre la emergencia climática, Mittermeier encontró en el arte una herramienta más poderosa. “La ciencia es un lenguaje poco accesible para la mayoría de la gente. Me di cuenta que, a través de la fotografía, puedes empezar un diálogo mucho más fácilmente”.
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Traducir el desastre
Ambas personas coinciden en que el rol del fotoperiodismo climático va más allá de capturar momentos: implica traducir una experiencia vivida en una narrativa visual que movilice.
Para Mittermeier, cada imagen es una “membrana impermeable” que permite una conversación entre lo que fue fotografiado y quien observa. Pero también es una declaración personal. “Yo traigo noticias del frente”, afirma. “Lo que la gente quiere saber no es solo lo que muestra la imagen, sino qué sentí al verlo, qué consecuencias tiene y qué se puede hacer”.
Pero ambos enfrentan un reto común: la desensibilización del público. “El cambio climático no es un evento único, es una emergencia constante, su impacto crece, incluso cuando no está en los titulares”, advierte Gallup.
Sin embargo, la atención mediática suele centrarse solo en desastres extremos -incendios, tormentas, huracanes- y no en los procesos silenciosos pero devastadores, como el derretimiento de los glaciares o la muerte masiva de corales. Esa cobertura fragmentada refuerza la idea de que el problema está lejos o que solo afecta a otros.
El Archipiélago de Revillagigedo, ubicado a 400 km de Manzanillo, Colima, fue declarado Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 2016.(Foto: Cristina Mittermeier)
Mittermeier lo dice sin rodeos: “Este es el primer año en que el 84% de los corales en el mundo están muriendo. Nuestros hijos ya están sentenciados a un planeta sin arrecifes”. Y eso, subraya, no solo afecta a quienes hacen esnórquel en vacaciones.
“Hay tres millones de personas que dependen de los arrecifes para su alimentación y protección contra huracanes”. La urgencia es real, global y tiene consecuencias económicas, políticas y sociales inmediatas.
En ese contexto, el papel del fotoperiodista como embajador del mensaje cobra nueva relevancia. No se trata solo de mostrar lo que está mal, sino de imaginar lo que aún es posible.
“Es como Martin Luther King: él no dijo ‘tengo una pesadilla’, dijo ‘tengo un sueño’”, reflexiona Mittermeier. “Mi trabajo es ilustrar lo que ese sueño puede ser. Especialmente para la gente joven, que está deprimida, angustiada. Es importante decirles: todavía podemos llegar a ese sueño”.
Desde la década de 1990, el 90% de los glaciares islandeses ha retrocedido y se prevé una reducción continua y pronunciada del tamaño de sus cinco casquetes polares.(Foto: Sean Gallup/Getty Images)
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Documentar y convocar
Gallup también reconoce el reto de mantener el interés en una narrativa que, por su misma naturaleza, es lenta y progresiva. Lo difícil es lograr que las fotos resuenen con el público, no basta con crear conciencia: “hay que convertir esa conciencia en acciones significativas”, dice. En ese sentido, el fotoperiodismo climático no puede darse el lujo de ser pasivo. La cámara no solo documenta; denuncia, interpela, convoca.
Mittermeier lo ha vivido personalmente. Durante años enfrentó obstáculos por ser mujer y mexicana en el mundo editorial de Estados Unidos.
“Me veían como la mascota, ‘ahí está la mexicana’”, recuerda. Pero con el tiempo, esos mismos rasgos se convirtieron en su fuerza. “Ahora me los pongo como un traje de superhéroe: soy fotógrafa y soy mexicana. Eso me ha dado muchísima visibilidad”.
Hoy, su trabajo le permite no solo fotografiar, sino sentarse a dialogar con tomadores de decisiones como la secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Alicia Bárcena, o la subsecretaria Marina Robles, para impulsar proyectos como la Reserva Marina Dos Mares en Baja California Sur.
Desde el hielo que desaparece en Suiza hasta el arrecife que agoniza en México, las imágenes de Gallup y Mittermeier son una advertencia y una promesa. Por un lado muestran que el cambio climático no es un problema del futuro, sino del presente. Y, por el otro, que aún estamos a tiempo de actuar.
Fragmentos del glaciar Heinabergsjökull, en retroceso y de cientos de metros de ancho, yacen en un lago de agua de deshielo cerca de Höfn, Islandia.(Foto: Sean Gallup/Getty Images)