“La salud del planeta está ligada a la salud del océano”, señala Ernesto Rodríguez, director del CAI. Bajo esta premisa, el Golfo de California, una de las regiones marinas más biodiversas del mundo, declarada Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO, se ha convertido en laboratorio de pruebas para la acuacultura regenerativa, una alternativa sostenible que busca producir alimentos del mar sin depredar los ecosistemas.
A diferencia de la acuacultura industrial tradicional, frecuentemente criticada por el uso de antibióticos, contaminación de aguas y prácticas extractivas, la acuacultura regenerativa apuesta por soluciones basadas en la ciencia, la colaboración comunitaria y la circularidad.
“El centro busca incidir positivamente en la sociedad, en la economía y en la regeneración de los ecosistemas marinos. Queremos demostrar que sí es posible hacer prácticas de acuacultura regenerativa”, afirma Rodríguez.
Uno de los casos más relevantes es el de Santo Mar, una empresa respaldada por el fondo de impacto Cuna del Mar, también parte de Alumbra, que lleva más de dos décadas trabajando en la producción sustentable de totoaba, huachinango y ostión en el Golfo de California.
“Desde 2015, se han liberado más de 270,000 totoabas juveniles de regreso al ecosistema”, detalla Rodríguez. La especie, en peligro crítico de extinción, se ha convertido en símbolo del potencial regenerativo de estas prácticas.
La labor del CAI y de Alumbra fue destacada en la más reciente Conferencia de los Océanos de la ONU, donde México fue señalado como uno de los países pioneros en impulsar la acuacultura regenerativa.