“A pesar de que la producción de alimentos se está volviendo más difícil y más cara debido al cambio climático, una tercera parte de los alimentos producidos se va a la basura. El consumidor necesita información clara que debe provenir tanto de la industria alimentaria como del gobierno para poder cambiar sus hábitos, como planear mejor sus compras o no priorizar la estética de los productos”, dice Braulio Valenzuela, country manager de Cheaf en México.
          Los alimentos que más suelen desperdiciar los hogares mexicanos son: comida cocida o sobrantes, con 40.4%; frutas y verduras, 32.3%; pan y productos de panadería, con 12.9%; envasados como cereales, snacks y conservas, 6.7%; carnes, pescados y embutidos, 4.3%; y lácteos y huevos, 3.5%.
          
          
          
          Valenzuela comenta que México va muy tarde en la gestión de estos problemas. Pues aunque existe desde hace un año y medio la Ley General de Alimentación Adecuada y Sostenible, que cubre el tema del desperdicio de alimentos, no se ha reglamentado ni ejecutado.
          Las organizaciones internacionales señalan que en los hogares, pequeñas acciones como planificar las compras, aprovechar las sobras y compostar los residuos orgánicos pueden marcar una gran diferencia, pues explican que si cada familia mexicana disminuyera su desperdicio de alimentos en 25%, las emisiones evitadas serían comparables a retirar más de un millón de autos de circulación.
          “En un planeta donde cada año se desperdician más de 1,000 millones de toneladas de comida, y con más de 800 millones de personas sin acceso regular a una alimentación suficiente, la correcta gestión de los alimentos debe considerarse un asunto crucial para el futuro de la humanidad”, asegura Valenzuela.