Esta estrategia de separación facilitará que los restos orgánicos, como desechos de comida y jardinería, sean enviados a plantas de composta y procesos de carbonización hidrotermal, con la meta de generar más de 400,000 toneladas de composta al año.
Y es ahí donde entran los bioplásticos cuyo uso puede ayudar con el tratamiento orgánico de residuos, según la Asociación Mexicana de Bioplásticos (AMBIO).
Su vicepresidente, Esteban Guzmán, explica que un plástico puede considerarse bioplástico si “es biobasado, biodegradable o ambos”. Esa definición es relevante: los bioplásticos biobasados provienen de biomasa vegetal, como almidones, celulosa o aceites vegetales, y los biodegradables pueden descomponerse por acción de microorganismos, idealmente mediante compostaje.
Guzmán advierte que la clave no es solo sustituir plástico convencional por plástico “eco”, sino que es necesario integrar los materiales en la industria y en el mercado de forma ordenada, usando los mejores materiales y tecnologías disponibles a nivel mundial.
“Los bioplásticos compostables (es decir, aquellos certificados para degradarse en instalaciones de compostaje) pueden ser grandes aliados en la gestión de los residuos sólidos orgánicos urbanos, si se usan como alternativa en la recolección y destino de residuos hacia plantas de composta”.
La ventaja de esta combinación es clara: en lugar de llenar rellenos sanitarios con bolsas plásticas contaminantes mezcladas con residuos orgánicos, los desechos orgánicos comunes y materiales compostables, que representan alrededor de 40% del total, según la consejería de la CDMX, podrían convertirse en composta, cerrando un ciclo productivo sustentable. En ese compostaje, los bioplásticos se biodegradarían junto con los restos vegetales y de alimentos, reduciendo basura, emisiones de gases de efecto invernadero y generación de microplásticos.
Los bioplásticos, explica Guzmán, en particular los compostables, ofrecen un valor añadido frente al plástico convencional pues reducen la huella de carbono y facilitan los procesos de valorización de residuos, más allá del reciclaje.
Con la entrada en vigor del nuevo esquema de manejo de residuos en la Ciudad de México, ese valor añadido puede traducirse en beneficios como la adecuada separación en origen, estructura institucional para tratamiento diferenciado, inversión en flota de recolección y plantas de composta.