“Es un efecto secundario que no habíamos anticipado completamente. La recuperación de la capa de ozono es positiva, pero también significa que la estratosfera retendrá más calor, aumentando la temperatura global”, explicó el profesor Bill Collins, coautor del estudio publicado en Atmospheric Chemistry and Physics.
Los CFC y HCFC, utilizados históricamente en refrigerantes y aerosoles, fueron prohibidos gracias al Protocolo de Montreal de 1987, un acuerdo internacional que es considerado un éxito ambiental sin precedentes. Su eliminación permite que el ozono se regenere, reduciendo la vulnerabilidad de la Tierra a la radiación UV.
Sin embargo, la nueva investigación indica que este beneficio viene acompañado de un efecto climático no deseado: la capa de ozono regenerada aumenta la capacidad de la atmósfera para atrapar calor, contrarrestando parcialmente las reducciones de calentamiento esperadas por la disminución de otros gases de efecto invernadero.
El estudio también señala que el ozono troposférico (el ozono que se forma cerca de la superficie terrestre debido a la contaminación de vehículos, fábricas y plantas de energía) agrava el calentamiento global y plantea riesgos directos para la salud humana. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado que la exposición prolongada a altos niveles de ozono puede causar enfermedades respiratorias, exacerbar el asma y aumentar la mortalidad prematura.
“Debemos considerar tanto el ozono estratosférico como el troposférico en nuestras políticas climáticas. El primero contribuye al calentamiento global de manera significativa, mientras que el segundo representa un riesgo directo para la salud pública”, comentó la Dra. Laura Fleming, experta en química atmosférica de la Universidad de Reading.
La investigación sugiere que las estrategias climáticas actuales podrían subestimar el calentamiento adicional inducido por la recuperación del ozono. De acuerdo con los modelos desarrollados por el equipo de Reading, este fenómeno podría aumentar la temperatura media global en un rango que podría llegar hasta 40% más de lo previsto en escenarios previos de emisiones. Esto significa que los esfuerzos de mitigación, como la reducción de emisiones de dióxido de carbono (CO2) y metano, podrían requerir ajustes para compensar el efecto adicional del ozono estratosférico.