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El fracking vuelve al centro del debate energético en México

El rescate financiero a Pemex revive viejas controversias frente a los compromisos climáticos del país.
mié 03 septiembre 2025 05:55 AM
fracking y medio ambiente
El fracking representa riesgos directos para el medio ambiente y las comunidades. De acuerdo con la Alianza Mexicana contra el Fracking, un solo pozo requiere entre 9 y 29 millones de litros de agua, volumen que queda inutilizable para otros usos.

El Plan Estratégico 2025-2035 para rescatar financieramente a Pemex reabre el debate sobre el uso del fracking, una técnica altamente controvertida por sus impactos ambientales, especialmente en el consumo y contaminación del agua, así como en su contradicción con los compromisos climáticos de México.

Aunque el documento evita el término “fracking”, al hablar de “yacimientos de geología compleja”, expertos y organizaciones sociales lo identifican como una puerta abierta a esta práctica.

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El Plan Estratégico 2025–2035 reconoce que de los 113,000 millones de barriles de recursos prospectivos, el 57% se localiza en yacimientos no convencionales, que solo pueden explotarse mediante fracturación hidráulica. Pemex argumenta que solo evalúa el potencial de dichos yacimientos, sin ejecutar fracking como tal.

Desde el ámbito gubernamental, tanto el director de Pemex como la Secretaría de Energía evitan el término “fracking” y utilizan palabras como “estimulación” o “yacimientos complejos”.

Para Nora Cabrera, fundadora y directora de la organización Nuestro Futuro, la ambigüedad con la que Pemex se refiere al tema es preocupante.

“Lo que se hace valer en el plan Pemex sí es fracking, con otras palabras, buscándole dar la vuelta, pero sabemos que es bajo esa técnica”, explica Cabrera.

El fracking, o fracturación hidráulica, consiste en inyectar grandes volúmenes de agua a presión mezclada con arena y químicos en formaciones rocosas profundas para liberar gas y petróleo.

En México, el tema parecía cerrado tras el compromiso del expresidente Andrés Manuel López Obrador de prohibir esa técnica. Claudia Sheinbaum también se pronunció en ese sentido durante su campaña. Por eso, la referencia de Pemex a “yacimientos complejos” encendió las alertas de organizaciones ambientales.

“Básicamente se revive esta idea de que en México haya más fracking. Creo que eso es algo que tenemos que llamarlo como es y hablar nuevamente de la reactivación del fracking”, señala Cabrera.

El fracking representa riesgos directos para el medio ambiente y las comunidades. De acuerdo con la Alianza Mexicana contra el Fracking, un solo pozo requiere entre nueve y 29 millones de litros de agua, volumen que queda inutilizable para otros usos.

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Además, según un estudio publicado por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), solo el 1% de los recursos prospectivos demandaría entre 5,466 y 47,097 millones de litros de agua, mientras que regiones como Coahuila, Nuevo León o Tamaulipas enfrentan riesgo hídrico crítico.

El impacto de esta técnica va más allá del consumo del agua. Fundar alerta sobre la contaminación del agua derivada del fracking, pues los líquidos utilizados en la fractura contienen aditivos químicos y metales pesados radioactivos, que pueden filtrarse a acuíferos y hacerlos inviables para consumo humano.

Además, esta práctica también es una contradicción con los compromisos internacionales de reducción de emisiones de México, conocidos como Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC), que deberían fortalecerse en la próxima cumbre climática de noviembre en Brasil.

“El plan Pemex debería estar alineado con las políticas climáticas y ahí es en donde encontramos la incongruencia entre la política energética y la política climática. Ambas políticas deberían estar totalmente alineadas para poder llegar a los acuerdos de París, pero también para cumplirle a las comunidades que sufren estos impactos ambientales”, comenta Cabrera.

La directora de Nuestro Futuro subraya que mientras Semarnat y el Instituto Nacional de Ecología trabajan en actualizar la política climática con metas más ambiciosas, el sector energético opera con un enfoque disociado, centrado en mantener la dependencia a los hidrocarburos.

“Tienes una política climática que jala hacia un lado, pero luego tienes este plan Pemex como si el sector energético estuviera disasociado, cuando realmente tendría que estar en la misma línea”, dice Cabrera.

Uno de los argumentos para justificar el fracking es la necesidad de energía en el país y la alta dependencia de importaciones de gas desde Estados Unidos. Pero, según Cabrera, esa justificación es débil pues algunos de los proyectos de gas más emblemáticos actualmente son para exportación.

Así el discurso energético se encuentra en un dilema: sostener a Pemex y a la extracción de combustibles fósiles como eje de la política energética o cumplir con los compromisos climáticos que México asume ante la comunidad internacional.

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