Además, según un estudio publicado por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), solo el 1% de los recursos prospectivos demandaría entre 5,466 y 47,097 millones de litros de agua, mientras que regiones como Coahuila, Nuevo León o Tamaulipas enfrentan riesgo hídrico crítico.
El impacto de esta técnica va más allá del consumo del agua. Fundar alerta sobre la contaminación del agua derivada del fracking, pues los líquidos utilizados en la fractura contienen aditivos químicos y metales pesados radioactivos, que pueden filtrarse a acuíferos y hacerlos inviables para consumo humano.
Además, esta práctica también es una contradicción con los compromisos internacionales de reducción de emisiones de México, conocidos como Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC), que deberían fortalecerse en la próxima cumbre climática de noviembre en Brasil.
“El plan Pemex debería estar alineado con las políticas climáticas y ahí es en donde encontramos la incongruencia entre la política energética y la política climática. Ambas políticas deberían estar totalmente alineadas para poder llegar a los acuerdos de París, pero también para cumplirle a las comunidades que sufren estos impactos ambientales”, comenta Cabrera.
La directora de Nuestro Futuro subraya que mientras Semarnat y el Instituto Nacional de Ecología trabajan en actualizar la política climática con metas más ambiciosas, el sector energético opera con un enfoque disociado, centrado en mantener la dependencia a los hidrocarburos.
“Tienes una política climática que jala hacia un lado, pero luego tienes este plan Pemex como si el sector energético estuviera disasociado, cuando realmente tendría que estar en la misma línea”, dice Cabrera.
Uno de los argumentos para justificar el fracking es la necesidad de energía en el país y la alta dependencia de importaciones de gas desde Estados Unidos. Pero, según Cabrera, esa justificación es débil pues algunos de los proyectos de gas más emblemáticos actualmente son para exportación.
Así el discurso energético se encuentra en un dilema: sostener a Pemex y a la extracción de combustibles fósiles como eje de la política energética o cumplir con los compromisos climáticos que México asume ante la comunidad internacional.