Publicidad

La guerra fría de las baterías, ¿en dónde quedará México?

Mientras Trump busca proteger a América de China, puede estar protegiéndola... del futuro. Y México, si no actúa con inteligencia, pagará los costos de una guerra que no declaró.
lun 07 julio 2025 06:04 AM
Comprar un auto eléctrico en México: la experiencia que está marcando la diferencia
En este ajedrez geopolítico, Estados Unidos está jugando sin alfiles: le apuesta a los combustibles fósiles, mientras China consolida su liderazgo no sólo en vehículos eléctricos, sino también en paneles solares y otras tecnologías limpias, señala Isabel Studer.

La obsesión de Donald Trump por “hacer grande a América otra vez” ha tomado un nuevo rumbo: el aislacionismo tecnológico. Con aranceles de hasta 100% a vehículos eléctricos y baterías provenientes de China, su objetivo no es tanto fortalecer la industria automotriz estadounidense, sino frenar a un competidor que ha tomado la delantera en la carrera por la innovación. Al mismo tiempo, su “Big Beautiful Bill” (BBB) recortó subsidios a los BEV (vehículos eléctricos puros) y desincentivó la infraestructura de carga, pilares fundamentales para que Estados Unidos comenzara a recuperar terreno en esta guerra tecnológica.

Publicidad

El resultado: una apuesta por tecnologías de transición como los híbridos y los vehículos “range-extended” (motores eléctricos cada vez más grandes con respaldo de combustión más pequeños), que aunque útiles, no ofrecen los beneficios ambientales ni energéticos de los BEV. En este ajedrez geopolítico, Estados Unidos está jugando sin alfiles: le apuesta a los combustibles fósiles, mientras China consolida su liderazgo no sólo en vehículos eléctricos, sino también en paneles solares y otras tecnologías limpias.

China produce más del 75% de las baterías del mundo, controla el suministro de minerales estratégicos como el litio, el cobalto, el grafito y las tierras raras, y recientemente restringió la exportación de magnetos permanentes de neodimio, esenciales para motores eléctricos de alto rendimiento. Aunque tras una breve tregua diplomática se reanudaron algunas exportaciones, el mensaje fue claro: quien controle los insumos, controla el futuro.

Además, China no solo domina la producción, sino que está diversificando su comercio e inversiones, usándolas para afianzar su posición global, mientras Trump negocia reducción arancelaria por compra de combustibles fósiles. Ante una sobrecapacidad abrumadora —en 2024 China produjo 10 millones de vehículos eléctricos, más del doble de su demanda interna— empresas como BYD están expandiéndose globalmente. Han incrementado sus exportaciones e invertido en plantas en Brasil, Hungría, Uzbekistán y Tailandia. Durante meses se especuló sobre su desembarco en México, pero esta semana BYD anunció que pospone indefinidamente su decisión de instalar una planta de ensamblaje en el país.

Este anuncio es una señal de alerta. La presión geopolítica de Estados Unidos, combinada con la incertidumbre regulatoria y energética en México, puede hacernos perder oportunidades históricas. Porque México no es un espectador en esta guerra fría tecnológica: es una pieza clave del tablero.

Nuestra industria automotriz, profundamente integrada a América del Norte, goza de ventajas bajo el T-MEC: cero aranceles para vehículos eléctricos con al menos 75% de contenido regional. Pero esta ventaja tiene un filo doble: los insumos extrarregionales enfrentan aranceles del 25%, lo que restringe la adopción de tecnologías más avanzadas de Asia o Europa.

La revisión del T-MEC ya está en marcha y su renegociación en 2026 será determinante. Estados Unidos ha dado señales de querer endurecer las reglas de origen, limitar las inversiones chinas y reconfigurar sus cadenas de suministro con base en criterios de seguridad nacional. También quiere mantener su “seguridad energética” asegurando exportaciones de gas, gasolinas y diésel a México, asociadas a tecnologías cada vez más obsoletas.

En este contexto, México debe tomar una decisión estratégica: ¿seguirá atado a una integración rígida y dependiente o apostará por preservar márgenes de autonomía que le permitan innovar, diversificar socios y fortalecer capacidades locales, además de usar las energías renovables como base de su soberanía energética?

Porque quedarnos atrapados en tecnologías intermedias, como los híbridos o plataformas ensambladas con piezas penalizadas por aranceles y dependientes de energísa fósiles, nos condenaría a ser simples maquiladores de una industria que se transforma a gran velocidad. Mientras tanto, países como Turquía, Hungría y Brasil están implementando estrategias de electrificación nacional, atrayendo inversión, desarrollando talento y posicionándose como centros tecnológicos del futuro.

La pregunta, entonces, es tan simple como urgente: ¿queremos ser ensambladores o diseñadores del futuro?

Para responderla, México necesita una estrategia industrial verde que acompañe la transición energética. Una que aproveche su potencial minero —más allá del litio, que hoy no podemos explotar de manera competitiva—, fortalezca el talento técnico y científico, incentive la innovación y fomente alianzas estratégicas con Europa, Asia y América Latina. Si el futuro se escribe con baterías, magnetos y algoritmos, México debe ser autor, no sólo lector.

Publicidad

Y frente a la falta de recursos gubernamentales, el sector privado tiene un rol protagónico. Puede impulsar una agenda de inversión verde que no solo responda a incentivos fiscales, sino también a una visión de país a largo plazo.

La paradoja es clara: mientras Trump busca proteger a América de China, puede estar protegiéndola... del futuro. Y México, si no actúa con inteligencia, pagará los costos de una guerra que no declaró, pero cuyas consecuencias sí vivirá. Porque esta no es solo una batalla por vender autos eléctricos. Es una batalla por el alma de la transición energética. Y como en todo conflicto profundo, el mayor riesgo no es perder el liderazgo. Es perder la oportunidad de imaginar un mundo distinto.

____

Nota del editor: Isabel Studer es Presidenta de Sostenibilidad Global. Síguela en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

Publicidad

Publicidad