Expertos como Chris Hocknell, fundador y CEO de Eight Versa, una consultora de sustentabilidad, consideran que esta dinámica evidencia la rigidez de los modelos actuales de “net zero”. Según él, el esquema net-zero de SBTi “siempre fue demasiado inflexible para funcionar en el mundo real”, provocando que las empresas abandonen antes que enfrentarse al incumplimiento.
Por otro lado, la consultoría Carbon Tracker y académicos como Krista Haltunnen del Imperial College London subrayan que para alinearse con los objetivos del Acuerdo de París, las petroleras deben plantear un plan para “dejar de ser compañías de combustibles fósiles”.
Asimismo, Johan Rockström del Stockholm Resilience Centre y Gail Whiteman de Lancaster University han advertido que los escenarios presentados por Shell carecen de reducciones reales y no siguen las rutas científicas que limitan el calentamiento a 1.5 grados centígrados.
Objetivos climáticos, en suspenso
Con la paralización del estándar sectorial, la brújula que habría establecido objetivos operativos (como dejar de explorar reservas nuevas) se desvanece temporalmente. Además, la SBTi también pospuso hasta 2030 la guía para instituciones financieras que regula la financiación de nuevos proyectos fósiles, bajo el liderazgo del nuevo CEO David Kennedy.
Desde una perspectiva financiera y reglamentaria, esto erosiona el impulso global hacia compromisos vinculantes. Un análisis del Financial Times advierte que medidas voluntarias sin respaldo legal pierden relevancia cuando las grandes corporaciones pueden abandonarlas sin consecuencias sustanciales.
El sector del petróleo y gas representa cerca del 60 % de las emisiones fósiles mundiales, y es el principal responsable del metano, un gas de efecto invernadero especialmente potente. Sin un estándar global, esos contaminantes seguirán sin límites, lo que facilita la proliferación de metas corporativas poco verificables o incoherentes con la ciencia climática.