Sin embargo, también hay factores locales que crean condiciones propicias para esos incendios.
"Si está limpio [el monte], se puede cortar el fuego", explica Ángel Román, alcalde de Ferreruela, un pueblo de la provincia de Zamora.
El funcionario lamenta la falta de agricultura y ganadería, actividades que limpiaban el campo de matojos y creaban frenos para los incendios.
Donde antes había ovejas, cultivos y un terreno como un mosaico, hoy hay extensiones interminables de pinos y eucaliptos secos por el calor en verano, auténticas autopistas para el fuego.
Más bosques que nunca
Según la ONU, más de 1,600 millones de personas dependen de los bosques en todo el mundo. El Acuerdo de París contra el cambio climático de 2015 establecía un marco para detener su pérdida, que avanza a un ritmo de diez millones de hectáreas anuales.
Mientras la desforestación y la desertificación inquietan al mundo, en España la superficie forestal pasó de 7 millones de hectáreas en 1930 a 28 millones en la actualidad, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
José Ramón Jiménez, responsable de medioambiente en el sector público del sindicato Comisiones Obreras en Castilla y León, considera que la despoblación es imposible de revertir por la "pobreza estructural de algunas comarcas".
Además, los fuegos cada vez son más agresivos, parecidos a los que suelen verse en Australia, California o Canadá, espoleados por un calor sahariano que ya se alarga todo el verano.