“Cuando una persona supervisa la compra o la cocina, el desperdicio disminuye de forma natural. Planear y ejecutar de forma consciente tiene un impacto inmediato en lo que se tira y en lo que se ahorra”, explica Braulio Valenzuela, Country Manager de Cheaf en México.
Una de las claves para reducir este impacto comienza antes de sentarse a la mesa. La planeación de menús y compras responsables ayuda a evitar excesos. Ajustar las porciones al número real de comensales, reutilizar ingredientes en distintas recetas y priorizar productos locales y de temporada no solo reduce el desperdicio, sino que también disminuye la huella ambiental asociada al transporte y almacenamiento de alimentos.
Durante las celebraciones, el aprovechamiento de las sobras se vuelve fundamental. Platillos como pavo, romeritos y bacalao pueden transformarse en nuevas comidas en los días posteriores, siempre que se conserven adecuadamente. Refrigerar o congelar los alimentos a tiempo evita su descomposición y prolonga su vida útil, al tiempo que reduce la cantidad de residuos que terminan en el relleno sanitario.
"El aprovechamiento de los alimentos debe ser integral. Congelar productos como pan de caja o verduras licuadas ayuda a conservar sus nutrientes por más tiempo y reduce el desperdicio. Prácticas como el “itacate” y la donación local, siempre que los alimentos estén en buen estado, no solo salvan comida, sino que protegen los recursos invertidos y ayudan a combatir la inseguridad alimentaria y el cambio climático", señala Jiménez.
Cuando los restos ya no son aptos para el consumo, el manejo responsable de los residuos orgánicos marca la diferencia. La separación en origen permite que estos desechos puedan ser compostados, ya sea en casa o mediante programas municipales, y reincorporados al suelo como abono. Esta práctica reduce las emisiones de metano que se generan cuando los residuos orgánicos se descomponen en tiraderos a cielo abierto o rellenos sanitarios.
Tanto Jiménez como el estudio de Cheaf coinciden en que el manejo adecuado de los residuos alimentarios no es solo una cuestión doméstica, sino un reto colectivo. Restaurantes, mercados y gobiernos locales también juegan un papel clave al promover esquemas de donación de alimentos, recolección diferenciada y educación ambiental durante una de las épocas de mayor consumo del año.
Al analizar los factores que inciden en la compra de alimentos que se preparan durante las fiestas, surgen la tradición o las costumbres familiares, como la principal fuerza en la elección de productos: 59%; seguido de las promociones y descuentos en supermercados, con 50%, y las preferencias personales, con 46%, configurando una mezcla que equilibra costumbre, oportunidad y gusto, según la encuesta de Cheaf.
En un contexto de crisis climática y presión sobre los sistemas de producción de alimentos, las fiestas de Navidad y fin de año representan una oportunidad para replantear hábitos. Reducir el desperdicio, aprovechar los alimentos y gestionar correctamente los residuos orgánicos no implica renunciar a la celebración, sino hacerla más consciente y responsable con el entorno.