Desarrollado por las empresas Dina y Megaflux, forma parte de una estrategia de transición energética que prioriza el transporte público eléctrico. Con su autonomía de hasta 200 kilómetros y su operación libre de emisiones, el vehículo busca contribuir a la disminución de contaminantes en entornos urbanos, así como el fortalecimiento de capacidades tecnológicas locales.
Su integración con tecnologías nacionales responde, además, a una lógica de desarrollo industrial con impactos sociales y ambientales.
El modelo ya fue incorporado en una fase piloto en la Red de Transporte de Pasajeros (RTP) de la Ciudad de México, específicamente en la Ruta 46, que conecta Iztapalapa y Tláhuac, zonas con alta demanda de movilidad. La incorporación busca generar evidencia sobre su rendimiento, viabilidad técnica y beneficios en operación real.
Consumo energético y emisiones en aumento
El sector transporte consume el 43% de toda la energía utilizada en el país, la mayoría proveniente de fuentes fósiles, según datos del Gobierno de México.
Este consumo continúa en aumento debido a un crecimiento anual del 6% en el número de automóviles, una cifra que supera tanto el crecimiento poblacional como el económico. Este escenario contribuye al deterioro ambiental, problemas de salud pública y una creciente dependencia energética.
Un estudio elaborado por EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey y VEMO, titulado “Electromovilidad en México: una propuesta de mitigación de emisiones y su impacto en la salud”, estima que la sustitución de autobuses convencionales por modelos eléctricos como Taruk podría evitar la emisión de 40,500 toneladas de CO2 al año, además de reducir la emisión de 364 toneladas de óxidos de nitrógeno (NOx), gases con efectos adversos sobre la salud respiratoria.