Lograr un futuro más sostenible es un desafío global que además de la relevancia que va teniendo año tras año, también va generando mayor presión para todos los sectores, especialmente a medida que nos acercamos a la fecha límite para alcanzar las metas y objetivos planteados en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Sostenibilidad. Principales tendencias y retos para 2025
Si bien existen tendencias alentadoras del avance en la materia en diversos países y sectores, también persisten retos significativos que podrían frenar el progreso hacia un mundo más sostenible, por lo que esta temporada de fin de año resulta una época adecuada para detenerse y reflexionar sobre estos elementos, que además pueden abonar a los ejercicios de planeación de sostenibilidad para el próximo año.
En este sentido, entre las tendencias que se esperan para 2025 encontramos la transición hacia modelos más circulares en cuanto a producción y consumo, que buscan reemplazar los modelos lineales tradicionales y extender la vida útil de los productos y conservar el valor generado a través de esquemas de reúso, reciclaje, reparación, remanufactura, etc.
A ello se agregan también los cambios en las expectativas de los consumidores, y en algunos casos de los reguladores e inversionistas, que empiezan a valorar más que nunca la transparencia y el compromiso ambiental, social y de gobernanza de las empresas, desarrollando estándares, guías y normativas para la medición y el reporteo de su desempeño, así como castigando fuertemente a aquellas que caen en “greenwashing”.
Por otro lado, la transición energética es otra de las tendencias clave hacia un futuro sostenible. Se prevé que las energías renovables, como la solar y la eólica, continúen en ascenso, mientras que el hidrógeno verde se perfila como una solución prometedora para descarbonizar algunos sectores, como el transporte pesado y la industria. Todo ello impulsado por la creciente preocupación por el cambio climático y la presión para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, en cumplimiento a los acuerdos internacionales y los compromisos nacionales en la materia.
A nivel de producción de alimentos, la agricultura regenerativa, que promueve prácticas agrícolas que mejoran la salud del suelo y la biodiversidad, está ganando cada vez más atención, al igual que las alternativas alimenticias basadas en plantas, que ofrecen una forma más sostenible de alimentar a la creciente población mundial.
El uso de la tecnología alrededor de la sostenibilidad es otra tendencia, ya que por ejemplo la Inteligencia Artificial se está utilizando para gestionar los recursos de forma más inteligente y eficiente, para reducir significativamente los desperdicios, para predecir y gestionar los impactos del cambio climático, y para optimizar la cadena de suministro, contribuyendo a la sostenibilidad.
Finalmente, también habría que mencionar el impulso a la movilidad sostenible, donde el transporte eléctrico (ya sean vehículos de uso particular o colectivo) está siendo cada vez más accesible y diversas ciudades están desarrollando planes para invertir en el desarrollo de infraestructura de recarga y en sistemas de transporte público más ecológicos y eficientes.
Pero a pesar de éstas y algunas otras tendencias positivas, los retos para lograr un futuro sostenible siguen siendo numerosos y complejos. Entre los obstáculos más significativos se podrían mencionar la resistencia al cambio y la falta de voluntad política que limitan el impulso que desde el sector público se debería de estar dando a estos temas, y así, por ejemplo, aunque el cambio climático es un problema global, algunos gobiernos aún se ven atrapados por los intereses económicos de sectores como el petróleo y el gas, que siguen influyendo en las políticas públicas, retrasando o limitando sus compromisos y avances hacia una transición energética.
Adicionalmente, a menudo se puede encontrar que las políticas ambientales y sociales no están alineadas a nivel internacional, y los compromisos que derivan de acuerdos globales no siempre se cumplen por diversos motivos, lo que dificulta la creación de soluciones globales para combatir estos retos de forma coordinada. Además, la falta de infraestructura, financiamiento y de apoyo técnico para estos temas podría hacer que las regiones menos desarrolladas se sigan quedando atrás, lo que podría profundizar las desigualdades sociales y económicas y hacer de la sostenibilidad un privilegio limitado a los países más desarrollados.
La falta de educación y conciencia pública sobre sostenibilidad es otro reto importante, y aunque la sensibilización ha aumentado y es evidente en las generaciones más jóvenes, muchas personas aún no comprenden completamente los problemas relacionados la sostenibilidad, lo cual aunado a la desinformación, sigue siendo un obstáculo que dificulta que los consumidores tomen decisiones informadas y que consideren los impactos ambientales y sociales de los bienes y servicios que están adquiriendo.
En resumen, aunque las tendencias hacia la sostenibilidad para 2025 ofrecen un panorama esperanzador por la continua progresión del tema, la realidad es que enfrentamos importantes desafíos que exigen un esfuerzo coordinado y a largo plazo entre gobiernos, empresas y sociedad civil, para poder superar estos obstáculos y avanzar hacia un futuro verdaderamente sostenible.
____
Nota del editor: Jorge Reyes Iturbide es especialista en responsabilidad social empresarial y desarrollo sostenible y desde hace 19 años ha trabajado para diversas empresas y organismos nacionales e internacionales en proyectos de investigación, consultoría, desarrollo de estándares y educación ejecutiva en la materia. Actualmente es Director del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac (IDEA) de la Universidad Anáhuac México. Síguelo en Twitter y LinkedIn Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión