La celebración del COP 29, un foro donde convergen entidades públicas y privadas para plantear propuestas y acciones para contrarrestar el cambio climático y apegarnos más al proceso de descarbonización de la sociedad, es sin duda una buena referencia de cómo el cambio climático ha sentado nuevos precedentes en la manera en que las empresas planifican y gestionan su futuro.
Cambio climático, el riesgo ineludible que redefine la gestión empresarial
Antes, los mapas de riesgos rara vez consideraban factores relacionados con el clima. Ahora, el cambio climático es un elemento fundamental para tomar decisiones en términos de nuevas inversiones. Recientes fenómenos meteorológicos, como la DANA en Valencia, el huracán Otis en Acapulco y las olas de calor extremas durante el verano, han puesto de manifiesto riesgos inherentes que habían sido relegados.
Estos eventos afectan no solo las operaciones directas de las empresas, sino también las cadenas de suministro, la seguridad de los colaboradores y la reputación corporativa.
Las cifras son contundentes. Según el Foro Económico Mundial, las pérdidas económicas globales por eventos climáticos extremos superaron los 300,000 millones de dólares en 2022. McKinsey estima que hasta el 25% de los activos globales podrían estar en riesgo por el cambio climático para 2050 si no se actúa.
Desde el punto de vista reputacional, un mal manejo de crisis puede ser devastador para las empresas. Más del 50% de los consumidores esperan que las organizaciones desempeñen un rol activo en la lucha contra el cambio climático, y aquellas que no actúan de manera proactiva o fallan en su respuesta ante desastres naturales enfrentan una pérdida de confianza significativa. Esto puede traducirse en caídas de hasta un 20% en su valor de mercado, además de daños irreparables a la reputación corporativa.
Recientes ejemplos de fallos en comunicación ante desastres han evidenciado que la falta de una respuesta empática y transparente afecta la confianza de clientes e inversores y la moral interna de los empleados.
Ante este panorama, las empresas deben adoptar un enfoque holístico que combine sostenibilidad, gestión de riesgos y comunicación estratégica. Este enfoque debe considerar:
Prevención y mitigación: Implementar análisis de riesgos climáticos en todas las operaciones y desarrollar planes de acción que incluyan desde infraestructura resiliente hasta el uso de energías renovables. Cada dólar invertido en prevención de desastres puede ahorrar en costos de recuperación.
Respuesta y recuperación: Diseñar protocolos que garanticen una reacción rápida y efectiva ante crisis, priorizando la seguridad de los colaboradores y la protección de los activos críticos. Las mejores prácticas incluyen la capacitación constante de equipos de respuesta y simulacros regulares.
Comunicación estratégica: En una crisis, el tiempo es crucial. Un plan de comunicación debe considerar la comunicación de protocolos con antelación y asegurar que los mensajes clave lleguen de manera oportuna y transparente a empleados, clientes, inversores y comunidades afectadas. Además, es fundamental contar con voceros entrenados que transmitan confianza y empatía.
Responsabilidad social: Las empresas deben demostrar un compromiso genuino con las comunidades afectadas. Esto incluye apoyo económico e iniciativas a largo plazo que contribuyan a la reconstrucción y al fortalecimiento de la resiliencia local.
La reputación corporativa es un activo intangible que puede determinar la sobrevivencia de una organización en tiempos de crisis. Las empresas que gestionan de manera efectiva las crisis climáticas y comunican sus esfuerzos de forma clara fortalecen su posición en el mercado y aumentan la lealtad de sus stakeholders. Por el contrario, aquellas que fallan en responder adecuadamente arriesgan pérdidas irreparables tanto en valor de marca como en relaciones clave.
Un estudio de Deloitte destaca que el 88% de los ejecutivos consideran que la gestión de riesgos reputacionales es tan importante como la gestión operativa durante una crisis. Esto subraya la necesidad de integrar ambos enfoques en un marco de acción coherente.
El cambio climático es el desafío más relevante de nuestra era, y en el marco de la ciudadanía corporativa, las empresas tienen la responsabilidad de liderar con el ejemplo. Esto implica adaptarse a los nuevos riesgos y contribuir activamente a la transición hacia una economía más sostenible. Aquellas que adopten un enfoque proactivo estarán mejor posicionadas para enfrentar el futuro y ganar la confianza de un mundo cada vez más consciente.
En conclusión, prevenir es la clave. El costo de la inacción, tanto en términos económicos como reputacionales, supera con creces cualquier inversión en preparación. Las empresas que hoy integren la sostenibilidad y la gestión de riesgos climáticos en su estrategia protegerán su futuro y dejarán un legado positivo para las generaciones por venir.
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Nota del editor: Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora. Escríbele a itzamara@marco.agency
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