El año 2024 será recordado como uno de los más significativos en la historia reciente del cambio climático. Por primera vez, la temperatura media global anual superó los 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales, según confirmó la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Este dato, que marca un umbral crítico del Acuerdo de París, evidencia el ritmo acelerado del calentamiento global y la intensificación de fenómenos climáticos extremos.
El año 2024, un reflejo de la urgencia de la crisis climática
El aumento de las temperaturas observado en 2024 no es un caso aislado. La última década ha sido la más cálida registrada desde que se tienen datos, y cada año consecutivo refuerza una tendencia alarmante. El impacto de este calentamiento se traduce en olas de calor más intensas, huracanes devastadores y sequías prolongadas, afectando tanto a los ecosistemas como a la seguridad de las personas y las economías.
El hecho de que la temperatura global haya superado el umbral de 1.5 °C durante todo un año calendario no implica automáticamente que el objetivo del Acuerdo de París esté fuera de alcance. Sin embargo, es un indicio claro de que las emisiones de gases de efecto invernadero no están disminuyendo lo suficiente para frenar el calentamiento global. Este contexto subraya la necesidad de reforzar las medidas de mitigación y adaptación a escala global.
Implicaciones para las empresas y las comunidades
El incremento de las temperaturas no solo agrava los riesgos ambientales, sino que también tiene consecuencias económicas y sociales profundas. Los fenómenos climáticos extremos están generando pérdidas significativas en infraestructura, producción y medios de vida. Además, el calentamiento del océano, que alcanzó niveles récord en 2024, contribuye a cambios en los patrones climáticos, intensificando tormentas y afectando la biodiversidad marina.
Para las empresas, este escenario representa riesgos operativos y financieros que no pueden ser ignorados. Las interrupciones en las cadenas de suministro, la mayor exposición a desastres naturales y los cambios regulatorios son algunos de los desafíos que enfrentan. Por ello, es fundamental que adopten estrategias para reducir sus emisiones y, al mismo tiempo, fortalezcan su capacidad de adaptación ante los efectos del cambio climático.
No se trata únicamente de mitigar las emisiones propias o directas. Las empresas también deben considerar cómo sus decisiones impactan a las comunidades y sectores con los que interactúan. Las estrategias de sostenibilidad deben ser integrales, considerando tanto la reducción de emisiones como la adaptación a nuevos riesgos climáticos.
El impacto del cambio climático no se distribuye de manera uniforme. Las comunidades más vulnerables, especialmente en países de bajos ingresos, son las que enfrentan mayores riesgos y tienen menos recursos para adaptarse. Esto hace imprescindible que las políticas y acciones climáticas incluyan un componente social que garantice una transición justa y equitativa.
Asimismo, los gobiernos y las instituciones financieras tienen un papel fundamental en facilitar esta transición. Establecer marcos regulatorios claros, promover incentivos para proyectos sostenibles y asegurar el acceso a financiamiento son medidas clave para acelerar la descarbonización a nivel global.
Un llamado a la acción para el 2025
El año 2025 se presenta como una oportunidad decisiva para acelerar las medidas de mitigación y adaptación necesarias para enfrentar la crisis climática. La OMM ha advertido que, aunque aún es posible limitar el calentamiento global a largo plazo, cada año que pasa sin acciones contundentes reduce significativamente las posibilidades de alcanzar los objetivos establecidos en el Acuerdo de París.
Las empresas tienen un papel clave en este proceso. Además de reducir sus propias emisiones, deben fomentar la innovación y promover soluciones que impulsen la transición global hacia una economía baja en carbono. Esto incluye colaborar con gobiernos, organizaciones de la sociedad civil y otros actores para maximizar el impacto de sus acciones climáticas.
Las medidas de mitigación deben centrarse en acelerar la adopción de energías renovables, mejorar la eficiencia en el uso de recursos y promover la economía circular. Al mismo tiempo, es crucial que las estrategias de adaptación consideren los riesgos físicos asociados a los eventos climáticos extremos, garantizando la continuidad de las operaciones y fortaleciendo la resiliencia de las comunidades.
El secretario general de la ONU, António Guterres, subrayó que las temperaturas récord de 2024 son una advertencia clara sobre la urgencia de intensificar la acción climática. “No necesitamos soluciones nuevas ni complejas. Las herramientas para limitar el calentamiento global ya existen. Lo que falta es voluntad política y un compromiso real para implementarlas a la velocidad y escala necesarias”, afirmó.
El panorama para 2025 exige que las decisiones empresariales se enfoquen no solo en la rentabilidad a corto plazo, sino también en la sostenibilidad a largo plazo. La descarbonización no es únicamente una cuestión ética o de responsabilidad social, sino una necesidad económica en un mundo cada vez más expuesto a los riesgos climáticos.
El 2024 debe considerarse como un punto de inflexión que refuerza la urgencia de adoptar medidas ambiciosas y coordinadas. Las decisiones que se tomen en los próximos años serán determinantes para definir si el mundo logra limitar el calentamiento global y evitar sus peores consecuencias, o si, por el contrario, nos encaminamos hacia un escenario de impactos irreversibles y desestabilización global.
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Nota del editor: Antonio Vizcaya Abdo, consultor en distintas organizaciones y profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México enfocado en Sostenibilidad Corporativa. Reconocido por LinkedIn como Top Voice en Sostenibilidad. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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