Los fenómenos climáticos más citados fueron el calor extremo, las tormentas, las inundaciones y, en menor medida, los incendios forestales y la escasez de agua. En Asia-Pacífico, por ejemplo, 73 % de las empresas señaló haber experimentado al menos un evento con repercusiones directas. En América del Norte y Europa, el porcentaje también es significativo, con niveles de afectación superiores al 50 % en ciertos casos.
Más allá de la región, el patrón es claro. Las condiciones climáticas extremas están interfiriendo cada vez más en la continuidad operativa.
Este tipo de disrupciones no solo genera costos inmediatos, sino que también influye en decisiones estratégicas, en la relación con proveedores y en la gestión del riesgo financiero. En muchos casos, los efectos no se limitan a un incidente puntual, sino que revelan vulnerabilidades estructurales dentro de las cadenas de valor. Así, el clima comienza a ocupar un lugar relevante en los modelos de riesgo operativo, junto con otras variables tradicionales como la volatilidad de precios, la demanda o el acceso a financiamiento.
Riesgos físicos y de transición
El análisis de Morgan Stanley muestra que cerca del 60% de las empresas prevé impactos negativos relacionados con fenómenos físicos en los próximos cinco años. Estos riesgos abarcan desde daños a infraestructuras hasta la interrupción de procesos críticos, pasando por limitaciones en la disponibilidad de recursos o la exposición a eventos meteorológicos intensos. Para muchas organizaciones, esto implica revisar sus inversiones, actualizar protocolos de respuesta y fortalecer sus capacidades técnicas.
Al mismo tiempo, los riesgos derivados de la transición hacia una economía baja en carbono también representan un desafío creciente. Estos incluyen cambios regulatorios, nuevas exigencias de mercado, expectativas de los inversionistas y la necesidad de transformar procesos productivos. En este contexto, los costos asociados a la transición, como el aumento en el uso de energías renovables, la reconversión de tecnologías o la adaptación de productos, empiezan a ser igual de relevantes que los daños causados por eventos extremos.
Las expectativas de impacto por riesgos de transición incluso superan ligeramente a las de los riesgos físicos en varias categorías. Entre 70 % y 75 % de las empresas consultadas considera probable enfrentar aumentos de costos, mayores requerimientos de inversión y presión por parte de grupos de interés debido a sus planes de descarbonización. Esta combinación de exigencias técnicas, regulatorias y reputacionales impone un nuevo nivel de complejidad a la gestión empresarial.
Integrar ambos tipos de riesgos en la planificación estratégica resulta fundamental para mantener la competitividad.
Este enfoque también implica replantear los criterios para evaluar inversiones, rediseñar indicadores de desempeño y adaptar estructuras internas. La transformación no recae únicamente en las áreas de sostenibilidad. Requiere el involucramiento de las áreas financieras, de operaciones, compras, riesgos y, por supuesto, del nivel directivo más alto. La alineación interna es clave para asegurar una respuesta efectiva y sostenible en el tiempo.
Preparación organizacional y estrategias para fortalecer la resiliencia
Ante estos escenarios, muchas empresas han comenzado a evaluar su nivel de preparación frente a los impactos del cambio climático. Según el estudio, más del 80 % afirma contar con alguna capacidad para mejorar su resiliencia.
Las principales áreas de acción se concentran en cuatro frentes: infraestructura física, adaptación de la cadena de suministro, gestión del riesgo financiero y fortalecimiento de la preparación interna, incluyendo al personal y las comunidades donde operan.
A pesar de estos avances, solo una tercera parte de las empresas se considera realmente preparada. Esta brecha evidencia la necesidad de avanzar desde el diagnóstico hacia la implementación de soluciones.
Para lograrlo, es necesario contar con estructuras de gobernanza claras, métricas integradas y capacidades técnicas suficientes. También resulta fundamental incorporar escenarios climáticos en la toma de decisiones financieras y en la evaluación de riesgos estratégicos.
Implicaciones en la región
En América Latina, donde las condiciones climáticas suelen ser más extremas y las capacidades institucionales más limitadas, la adaptación cobra particular relevancia. Cerca del 90 % de las empresas de la región estima que el cambio climático impactará su modelo de negocio antes del final de la década. Los principales riesgos señalados incluyen la disponibilidad de materias primas, los cambios en sus precios y la necesidad de actualizar procesos industriales.