Pero como creyente y practicante de la educación, veo un gran problema: la regulación puede obligar a dar el primer paso, pero no puede sostener la transformación.
El límite del cumplimiento
Cuando vemos la sostenibilidad solo como políticas y procedimientos de un área específica —gestión ambiental o bienestar organizacional —, se desagrega de la visión y propósito de la organización.
Se convierte en lo que un facilitador me explicó perfectamente: "cumplo y miento".
Los recursos destinados a sostenibilidad desde un enfoque de compliance se enfocan en cumplir el trámite. Ese es el indicador. Y si el objetivo es cumplir con el trámite, ¿realmente estamos generando una transformación sostenible?
No lo creo, porque mientras tanto, la operación de la empresa sigue funcionando con los mismos procesos de siempre. Es como poner un curita sobre una herida que sigue sangrando: cumples el protocolo, pero no cambias cómo realmente funciona el negocio.
Del trámite al cambio cultural
En cambio, ¿qué pasaría si los líderes organizacionales realmente ven a sus empresas como agentes de cambio? Si valoran genuinamente la conservación de recursos naturales porque entienden que la supervivencia de su negocio depende de un ecosistema saludable; porque han identificado que tener un propósito compartido hace que sus colaboradores trabajen con mayor enfoque y mejores resultados.
En esta realidad, no necesitan un checklist para cumplir requisitos ESG. Cada área entiende cómo se relaciona con su entorno: finanzas integra criterios ambientales en las decisiones de inversión, recursos humanos diseña políticas que respetan el bienestar, operaciones busca activamente reducir residuos.
La sostenibilidad se vuelve parte de cómo se toman las decisiones, no algo que se agrega al final.
La cultura sostenible sí se ve
Es difícil apostar por la cultura cuando es un intangible. Sí, es intangible pero no invisible.
La cultura se ve cuando un empleado sugiere una mejora ambiental de ahorro de recursos, sin que se lo pidan o cuando los colaboradores proponen alianzas con otras organizaciones porque entienden que eso amplifica el impacto de su trabajo.
Se ve cuando la sostenibilidad deja de ser el trabajo de "alguien más" y se convierte en "cómo hacemos las cosas aquí".
Pero seamos realistas: la cultura no cambia porque yo digo que quiero que cambie.
Como todo proceso que vale la pena, toma tiempo. Podemos ver resultados desde los primeros meses, pero se va afianzando con los años.
El rol del liderazgo en la transformación para una cultura sostenible
La cultura no depende de una persona, pero se desprende de sus líderes: los ejemplos que dan, las narrativas que repiten, las políticas que establecen y, sobre todo, el propósito que comunican en cada decisión.
Los líderes que construyen cultura sostenible no solo hablan de valores, los practican en decisiones difíciles. Cuando además de buscar la ganancia rápida, también apuestan por la inversión a largo plazo que beneficie a todos sus stakeholders.
Cuando diseñan procesos, preguntan no solo "¿es eficiente?" sino "¿es responsable?". Estos líderes no esperan que todos cambien de la noche a la mañana, pero sí crean los espacios, incentivos y narrativas para que esos cambios sean posibles y deseables.