En el mes de junio, al conmemorar el Día Mundial del Medio Ambiente, la reflexión para el sector empresarial –para cada empresa y para cada uno de sus líderes– va más allá de las buenas intenciones. Si bien el enfoque global de este año está en "Sin contaminación plástica", podemos decidir ampliar la conversación: la gestión de residuos en su totalidad es un desafío urgente.
Reducir residuos para garantizar el acceso a recursos en el largo plazo

La realidad es contundente: solo el 6.9% de la economía global opera de manera circular, lo que significa que la inmensa mayoría de los materiales que usamos, terminan su vida útil demasiado pronto, generando un costo ambiental y económico insostenible. Esta brecha subraya la urgencia de redefinir nuestra relación con los recursos.
El Tratado Global sobre la Contaminación por Plásticos, impulsado por las Naciones Unidas, busca establecer un acuerdo jurídicamente vinculante para reducir la contaminación por plásticos en todo su ciclo de vida, con el objetivo de alcanzar un mundo libre de contaminación plástica para 2040. La próxima ronda de negociaciones se llevará a cabo del 5 al 14 de agosto de 2025. La urgencia del momento exige acciones concretas, medibles y transformadoras que vayan más allá del simple cumplimiento regulatorio.
La visión integradora que impulsa el Pacto Global de la ONU nos invita a un cambio de paradigma. Para las empresas, la adhesión a iniciativas como el Pacto Global de la ONU, la iniciativa de sostenibilidad corporativa más grande del mundo, no es un mero distintivo; es un marco de acción que nos guía hacia la implementación de prácticas empresariales éticas y sostenibles.
La gestión ambiental responsable es un pilar fundamental para la creación de valor a largo plazo, la resiliencia operativa y la competitividad. Adoptar un enfoque preventivo y promover iniciativas de mayor responsabilidad ambiental ya no es una opción, sino una estrategia esencial. La economía circular, que va más allá del reciclaje para enfocarse en la extensión de la vida útil de los insumos y la reducción de la huella desde la raíz, es el camino. Esto comienza en la fase más crítica: el diseño. Si seguimos creando productos difíciles de reutilizar, reparar o transformar, perpetuamos el problema desde su origen, arrastrando ineficiencias y costos ocultos en toda la cadena de valor.
La circularidad no se limita a un tipo específico de residuo; implica un uso más inteligente de la energía, el agua, los alimentos y una vasta gama de otros recursos. Cada empresa, sin importar su tamaño o sector, tiene la oportunidad de reevaluar sus procesos y extender la vida útil de sus activos y materiales. Esto implica mirar críticamente cómo diseñamos, producimos, distribuimos y consumimos. Por ejemplo, al eliminar o rediseñar empaques, no solo plásticos, las empresas pueden reducir sus costos logísticos hasta en un 20% y, simultáneamente, fortalecer la percepción de su marca ante consumidores cada vez más conscientes.
Los beneficios de esta transformación son tangibles y se alinean directamente con los intereses de negocio. Implementar prácticas de economía circular no solo contribuye a la reducción de residuos, sino que también puede abrir nuevos flujos de ingresos al permitir la reutilización de materiales y la creación de productos de segunda vida.
Más aún, aplicar principios de economía circular desde la etapa de diseño puede reducir hasta un 80%* los residuos industriales antes de que siquiera se generen, y recortar los costos operativos en materiales hasta en un 40%*. Esto se traduce en una mayor eficiencia, menor dependencia de recursos vírgenes y una mayor capacidad de adaptación a un entorno de negocios en constante evolución.
En el marco de la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente, los objetivos de la agenda 2030 de la ONU nos interpelan directamente. Para las empresas en México, el compromiso con un futuro sin contaminación de residuos y una economía circular no es solo una responsabilidad moral, sino una estrategia imperativa para la creación de valor a largo plazo.
Al integrar estos principios en nuestro núcleo de negocio, no solo protegemos el planeta, sino que también aseguramos la prosperidad y la relevancia de nuestras empresas en un mercado que demanda, cada vez con mayor urgencia, un liderazgo empresarial con propósito y acción concreta.
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Nota del editor: Andrea Amozurrutia Casillas es integrante del Consejo Directivo de Pacto Global de las Naciones Unidas Red México, Directora de Finanzas y Sostenibilidad en Grupo Herdez, y Presidenta del Subcomité ESG de Fondo de Fondos. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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