La perspectiva desde la que observamos los hechos actúa como un filtro que moldea nuestra comprensión de la realidad y, en consecuencia, condiciona nuestras reacciones y acciones.
Cambio de perspectiva
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Leer el mundo actual requiere construir perspectivas dinámicas y enriquecidas, entre otras cosas, porque la incidencia de la actividad humana en el estado general de nuestro planeta es cada vez más amplia y, al mismo tiempo, el acceso a tanta información nos muestra una ventana cada vez más compleja. Estamos en un momento histórico en el que la conciencia que tengamos respecto al impacto que tienen y tendrán nuestras acciones y decisiones determinará nuestra vida y la de las generaciones por venir. Se necesita capacidad, conocimiento, compromiso y, sobre todo, voluntad para lograr el crecimiento sostenible que requiere el ritmo vertiginoso de nuestro tiempo.
No hay crecimiento sin inversión y rentabilidad. Para que ambas cosas existan es necesario tener metas claras e indicadores confiables y bien definidos. Lo que no se mide no se puede mejorar. La perspectiva financiera está acostumbrada a plantear metas, darle seguimiento a los indicadores, y corregir el rumbo en caso de desviaciones; está acostumbrada a analizar los datos duros que hacen posible la lectura objetiva de la situación.
Las agendas de sostenibilidad no son simplemente listas de buenas intenciones. Abordarlas con seriedad y compromiso es fundamental para que los recursos que destinamos a la producción de bienes de consumo y servicios tengan la circularidad necesaria para asegurar la viabilidad tanto de los recursos en sí -sean naturales, financieros o sociales- como de las empresas mismas. Las materias primas, los recursos humanos y la realidad social de las comunidades en las que operan las organizaciones son los elementos que hacen posible su existencia. Las empresas necesitan un planeta para existir.
Los retos de la sostenibilidad deben atenderse desde las perspectivas sistemáticas propias del enfoque financiero y las metas financieras deben contemplar que el verdadero crecimiento sólo es posible en la sostenibilidad.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU para la Agenda 2030 son una magnífica brújula que pone rumbo definido a los esfuerzos de personas e instituciones comprometidas con ser factores de cambio positivo para generar crecimiento económico a nivel global, trabajando al mismo tiempo para propiciar su viabilidad futura.
La experiencia me ha demostrado que ambas agendas pueden y deben caminar juntas y que en éste, como en muchos otros rubros, las alianzas multiplican el impacto positivo de acciones que de otro modo ven disminuida su efectividad.
En este sentido la Coalición de Directores Financieros por los ODS (CFO Coalition for the SDGs) del Pacto Global de las Naciones Unidas -de la que soy orgullosa integrante y primera latinoamericana en sumarse[RS1] - es un gran acierto que consolida el cambio de mentalidad requerido por los proyectos de sostenibilidad. Disponer de los recursos financieros que los respalden a partir del establecimiento de objetivos, la planeación, el seguimiento y la valoración de datos duros, nos pone en el camino correcto para alcanzar las metas que nos permitan cuidar nuestro planeta y generar una realidad económica de crecimiento más satisfactoria que incluya a todas las personas.
La suma de finanzas y sostenibilidad es la única fórmula viable para diseñar las estrategias y herramientas de medición que se requieren. Y si a este resultado le agregamos la creación de alianzas y el logro de sinergias, sin duda alcanzaremos lo que hoy se ve imposible.
No hay disyuntiva: la sostenibilidad es el camino que nos permitirá el desarrollo constante de las industrias y organizaciones llamadas a construir el futuro. La inversión global requerida para alcanzar los ODS es de entre tres y cinco billones de dólares anuales, mismos que podrían generar oportunidades por 12 billones de dólares y 380 millones de fuentes de trabajo anuales para 2030. Estamos hablando de empleo para cerca del 5% de la población mundial.
Cuando se observan las cosas desde una perspectiva multidisciplinaria, los análisis se enriquecen y se perciben con mayor profundidad los matices que tiene lo observado. Mi formación financiera me ha permitido encabezar esfuerzos de sostenibilidad exitosos que demuestran que el día a día se consolida siempre en una multiplicidad de implicaciones de corto, mediano y largo plazo, que van desde la situación inmediata de los equipos de trabajo y sus familias, hasta el apoyo a proveedores y productores de materias primas en sus estrategias de producción y emprendimiento.
La antigua perspectiva según la cual el único objetivo de una empresa era generar utilidades ya no es suficiente hoy y no está a la altura de los retos que la realidad nos demanda. No podemos soslayar la interrelación y los compromisos de las organizaciones con la comunidad, con sus grupos de interés y con las futuras generaciones. Vivimos un momento crucial en el que tenemos la oportunidad de asumir el compromiso de dejar el mundo mejor de lo que lo encontramos y es hora de poner manos a la obra.
Como dice aquel antiguo proverbio: no heredamos el mundo de nuestros ancestros… nuestros hijos nos lo prestan.
Entreguemos buenas cuentas.
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Nota del editor: Andrea Amozurrutia Casillas es Directora de Finanzas, Sostenibilidad y Comunicación Corporativa en Grupo Herdez. Miembro de la Coalición de Directores Financieros de Pacto Global y del Consejo Directivo de Pacto Global México. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.
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