El planeta enfrenta una crisis sin precedentes. La aceleración del cambio climático, el agotamiento de recursos naturales y la creciente presión sobre los sistemas energéticos nos exigen repensar el modelo de desarrollo. El futuro depende de decisiones que nos permitan reducir emisiones, garantizar seguridad energética y construir economías resilientes. En ese contexto, la transición hacia fuentes limpias como la energía eólica ya no es una opción: es una necesidad impostergable.
Energía eólica, la oportunidad que México no puede dejar pasar

Recientemente tuve el privilegio de participar en el Global Associations Summit 2025, organizado por el Global Wind Energy Council (GWEC) en Lisboa, Portugal. Más que un foro técnico o comercial, fue un espacio donde asociaciones de todo el mundo compartimos un objetivo común: construir un discurso acertado, articulado y urgente en favor de la transición energética.
La conversación global ya no gira únicamente en torno a metas climáticas: hoy hablamos de soberanía energética, crecimiento industrial, seguridad económica, y de la contribución de las energías renovables al bienestar de las personas. En ese contexto, la energía eólica ha dejado de ser una promesa a futuro para convertirse en un pilar imprescindible de nuestro presente.
En 2024 se instalaron 117 GW en todo el mundo, una cifra récord que refleja, tanto la madurez tecnológica del sector, como su expansión hacia nuevos mercados. Sin embargo, existe consenso de que esto no es suficiente: para cumplir con los objetivos acordados en la COP28, el mundo necesita instalar al menos 320 GW anuales de aquí a 2030.
En México, tenemos una oportunidad histórica. Contamos con un recurso eólico abundante y competitivo, un ecosistema empresarial cada vez más sofisticado y una ubicación estratégica para detonar cadenas de valor regionales. Al cierre de 2024, el sector eólico en México consolidó su papel como un pilar clave en la transición energética. La inversión acumulada asciende a 13.8 mil millones de dólares, con 3,342 aerogeneradores instalados en todo el país. Durante el año 2024, se produjeron 19.9 TWh, equivalentes al 5.68% de la generación total de electricidad en México, energía suficiente para abastecer a 11.4 millones de hogares.
Gracias a esta generación limpia, se evitaron 8 millones de toneladas de CO₂e, lo que representa el retiro de 2.1 millones de automóviles de circulación. El costo nivelado de la energía eólica se ha reducido en un 64% entre 2009 y 2024, consolidándose como una de las tecnologías más competitivas para el futuro energético del país. En términos de empleo, el sector generó 9,780 empleos directos en 2024, un crecimiento respecto a los 9,482 empleos registrados en 2023. Este aumento refleja el dinamismo y potencial de una industria que no solo genera energía limpia, sino también oportunidades económicas y sociales.
Sin duda estos avances son resultado del esfuerzo conjunto entre empresas, autoridades, comunidades e instituciones técnicas. Sin embargo, enfrentamos también grandes desafíos: incertidumbre regulatoria y barreras de interconexión que dificultan el desarrollo de nuevos proyectos. Si queremos aprovechar la llegada de más inversiones y atender la creciente demanda eléctrica de forma sostenible, necesitamos voluntad política, claridad en las reglas y colaboración multisectorial.
Encuentros como los de GWEC — donde convergen experiencias de países de Europa, África, Asia y por supuesto América— nos recuerdan que no estamos solos. La transición energética es un esfuerzo global, pero requiere respuestas locales. La AMDEE buscará seguir trabajando para que México no sólo se mantenga en la conversación, sino que la lidere. La energía eólica no es el futuro: es el presente. Y el tiempo de actuar es ahora.
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Nota del editor: Héctor J. Treviño es Director Ejecutivo de la Asociación Mexicana de Energía Eólica (AMDEE). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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