Estas personas suelen arrastrar problemas de autoestima y conductas disfuncionales que, al llegar a posiciones de poder, se transforman en actitudes autoritarias. Creen que su jerarquía les otorga el derecho de maltratar, manipular o descalificar a otros. Son, con frecuencia, misóginos, controladores y narcisistas, incapaces de permitir que alguien más brille. Suelen apropiarse del trabajo ajeno y neutralizar a quienes destacan, pues perciben el talento de sus colaboradores como una amenaza a su pequeño feudo de poder.
Son tiranos con sus equipos y encantadores con sus superiores: un doble rostro que distorsiona la percepción organizacional y mina la cultura interna. Lo menciono con conocimiento de causa, pues lo viví en carne propia en una gran corporación. También lo he visto repetirse en historias de amigos y colegas, e incluso en la experiencia de mi esposa.
Desde una perspectiva ESG, este fenómeno tiene una lectura clara: el liderazgo tóxico es un riesgo social y de gobernanza. No solo destruye equipos; erosiona los valores, la ética corporativa y la reputación institucional. Por ello, las empresas verdaderamente sostenibles deben fomentar y proteger canales de denuncia internos que inspiren confianza, garanticen anonimato (cuando así se requiera) y eviten represalias. Ningún sistema de integridad será efectivo si un colaborador teme levantar la voz.
Asimismo, es indispensable contar con equipos de Ética Corporativa imparciales, altamente capacitados y libres de conflictos de interés, capaces de analizar los casos con rigor, objetividad y sensibilidad. Y claro, hay que reconocer el reverso de la moneda: también existen denuncias falsas o malintencionadas. Por eso la investigación debe conducirse con profesionalismo, equilibrio y evidencia verificable, evitando injusticias para cualquiera de las partes.
Vivimos en un entorno empresarial que exige coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Las organizaciones que aspiran a ser sostenibles deben entender que la salud emocional y psicológica de su gente es un activo estratégico, no un tema secundario.