En los últimos años, los impactos del cambio climático se han vuelto más visibles y han comenzado a influir de manera directa en decisiones empresariales y de política pública. Cada temporada deja evidencia de cómo aumentan los riesgos físicos y cómo se amplifican sus efectos sobre operaciones, infraestructura y costos.
La mitigación y la adaptación deben avanzar juntas en cualquier estrategia
Este panorama obliga a revisar cómo se están planteando las estrategias climáticas y cuáles son los elementos que realmente pueden fortalecer la resiliencia.
Durante mucho tiempo, mitigación y adaptación se abordaron como si fueran caminos distintos. La mitigación se enfocaba en reducir emisiones para evitar escenarios más severos en el futuro, mientras que la adaptación atendía los impactos presentes. Sin embargo, a medida que los riesgos se intensifican, esa división se vuelve menos útil. Las empresas necesitan reducir emisiones, pero también deben prepararse para operar en un entorno donde los eventos climáticos disruptivos son cada vez más frecuentes. Las dos dimensiones se vuelven inseparables.
Reconocer esta relación es el primer paso. El siguiente es entender por qué ambas deben avanzar al mismo tiempo y qué implicaciones tiene esta integración.
¿Por qué ambas dimensiones son necesarias hoy?
Un análisis reciente de BCG muestra que el mundo avanza hacia niveles de calentamiento que superan los 2 °C. Aunque estos incrementos parezcan graduales, cada fracción adicional de grado intensifica la magnitud y frecuencia de los impactos climáticos.
Esto modifica de manera importante las condiciones bajo las cuales las soluciones de adaptación funcionan y permanecen efectivas.
La capacidad de adaptación tiene límites. De acuerdo con este análisis, varias medidas que hoy funcionan bien en escenarios de 1.5 °C pierden eficacia conforme la temperatura aumenta. En algunos casos, soluciones que actualmente permiten evitar gran parte de las pérdidas solo compensan una fracción del riesgo en escenarios más cálidos. Esto significa que la adaptación protege, pero no puede absorber todo el impacto si las emisiones continúan creciendo.
Este comportamiento tiene consecuencias directas para la planificación empresarial y pública. Sin mitigación, el margen para adaptarse se reduce año con año. Existen umbrales físicos frente a los cuales ninguna intervención es suficiente.
Al mismo tiempo, la mitigación, por sí sola, no responde a los riesgos que ya están en marcha. De ahí la necesidad de avanzar en ambas.
El valor de integrar soluciones desde el diseño
Algunas soluciones combinan mitigación y adaptación de manera natural y permiten generar beneficios amplios. Integrarlas desde el diseño facilita aprovechar mejor los recursos, reducir costos futuros y obtener resultados más robustos.
La restauración de manglares en Filipinas es un buen ejemplo. Estos ecosistemas disminuyen el riesgo de inundaciones, protegen comunidades costeras y capturan carbono. Además, fortalecen la biodiversidad y contribuyen a actividades económicas locales. Su relevancia no se limita a la reducción de riesgos, sino al conjunto de beneficios que generan.
Algo similar ocurre con los sistemas híbridos de energía renovable en zonas fuera de red. Sustituyen generadores a diésel, reducen emisiones, mejoran la estabilidad del suministro y fortalecen la resiliencia en contextos vulnerables. En una sola intervención se atienden necesidades operativas, ambientales y de adaptación.
Estos casos muestran que no se trata solo de sumar acciones, sino de diseñarlas de forma que una refuerce a la otra. Ese enfoque permite construir respuestas más sólidas y consistentes.
Implicaciones para empresas y gobiernos
Para las empresas, esta integración implica revisar cómo evalúan riesgos y cómo asignan recursos. La continuidad operativa depende, cada vez más, de la capacidad para anticipar escenarios climáticos y fortalecer procesos críticos.
A su vez, las metas de descarbonización requieren ajustes en producción, logística y suministro. Integrar mitigación y adaptación permite alinear ambos esfuerzos en una sola estrategia.
Para los gobiernos, el desafío consiste en generar condiciones que faciliten esta integración. Esto incluye actualizar normas, orientar financiamiento hacia soluciones con beneficios múltiples y promover colaboraciones que permitan escalar intervenciones ya probadas. Cuando el marco institucional favorece enfoques integrados, las soluciones se implementan con mayor velocidad y con mejores resultados.
En ambos casos, avanzar por caminos separados limita la capacidad de respuesta. Integrar ambas dimensiones ayuda a que las decisiones sean más completas y coherentes con el contexto actual.
El ritmo al que avanzan los riesgos climáticos exige estrategias más coordinadas. La mitigación es esencial para limitar daños futuros. La adaptación es necesaria para enfrentar impactos presentes. Cuando ambas avanzan juntas, fortalecen la resiliencia, mejoran la eficiencia y permiten construir soluciones más duraderas.
Mitigación y adaptación ya forman parte de la misma conversación. Integrarlas no solo ayuda a proteger activos y comunidades, sino que también permite a las organizaciones construir una estrategia climática más sólida y preparada para los desafíos de esta década.
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Nota del editor: Antonio Vizcaya Abdo es consultor en distintas organizaciones y profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México enfocado en Sostenibilidad Corporativa. Reconocido por LinkedIn como Top Voice en Sostenibilidad. Síguelo en LinkedIn Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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