A estos retos se suman las barreras económicas. La firma la firma Grand View Research asegura que los precios bajos del plástico convencional hacen que los bioplásticos enfrenten dificultades para alcanzar costos competitivos, lo que frena su adopción masiva. Asimismo, la falta de infraestructura adecuada para gestionar residuos biodegradables y la escasa capacitación del personal en su manejo pueden provocar emisiones de sustancias químicas al ambiente, lo cual contraviene su propósito original de reducir el impacto ambiental.
Regulación y normas
Una de las grandes barreras para el crecimiento ordenado de los bioplásticos es la falta de una regulación clara y homogénea. En la Unión Europea, los bioplásticos están sujetos a normativas como la EN 13432, que establece los criterios para que un material pueda ser considerado compostable en instalaciones industriales. Esta certificación exige, entre otras cosas, que al menos el 90% del material se descomponga en dióxido de carbono en un plazo de 180 días bajo condiciones específicas de temperatura, humedad y presencia de microorganismos.
En América Latina, la regulación es más incipiente. Países como Chile y Colombia han comenzado a incluir criterios sobre biodegradabilidad en sus leyes de gestión de residuos plásticos, pero aún no existe una homologación regional. México, por ejemplo, modificó su Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos para incorporar disposiciones sobre plásticos biodegradables y de un solo uso, aunque aún falta una norma técnica clara que defina métodos de prueba, etiquetado y condiciones de degradación adecuadas.
El potencial de los bioplásticos es real, pero su eficacia dependerá del desarrollo tecnológico, regulación adecuada, educación del consumidor y mejores sistemas de gestión de residuos. Además, no deben verse como una solución mágica, sino como una pieza más dentro de una estrategia integral que incluya reducción en el consumo, reutilización, reciclaje eficiente y una economía circular.