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Electromovilidad: necesaria, pero no suficiente

Se requiere descentralizar al auto y reubicarlo en un lugar de herramienta, dejar de verlo como un fin en sí mismo, como objeto de deseo y sujeto de protección y privilegio por encima de las personas.
vie 09 mayo 2025 06:02 AM
Tránsito en Calzada de Tlalpan-2.jpg
La mayoría de la población aspira a adquirir un auto para desplazarse, a falta de transporte público suficiente, seguro y accesible y de infraestructura adecuada para caminar, apuntan Verónica Garibay y Adrián Fernández Bremauntz.

El reciclaje es considerado por la mayoría de las personas como la acción más importante para reducir el cambio climático, según una encuesta realizada por la consultora global IPSOS en 2021 sobre la crisis climática. Evitar el consumo de carne y de fast-fashion también ha adquirido mucha popularidad en las redes sociales como medidas efectivas para reducir la llamada huella de carbono personal. Es decir, las emisiones de gases de efecto invernadero que produce cada persona en función de los medios de transporte que utiliza, la cantidad de energía que usa en el hogar, los tipos de alimentos que más prefiere y sus hábitos de consumo en general.

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Sin embargo, un estudio del World Resources Institute, publicado el 9 de abril pasado, muestra que, si bien estas acciones son benéficas, cambiar hacia formas de movilidad sustentable es mucho más efectivo.

Durante la pandemia, mi amiga G se mudó fuera de la CDMX, aprovechando las condiciones de trabajo remoto que adoptaron tantas empresas. Finalmente tenía un jardín para sus hijos y su perro, una cocina grande y un espacio para que ella y su esposo hicieran home-office. Dos años después vendió la mitad de los muebles y los juegos de jardín que había comprado y regresó a vivir en un departamento que renta por aproximadamente el mismo monto que su casa del triple de superficie en otra ciudad.

“Cuando terminó la pandemia yo usaba el coche para todo, mi esposo viajaba a la CDMX cada semana y lo veíamos poco, comía muy mal y tenía cansancio crónico y ansiedad. Ahora caminamos todas las mañanas para llevar a mis hijos a la escuela, mi esposo se va en bici a su trabajo, conocemos a nuestros vecinos y comemos juntos todos los días. Tenemos todos los servicios cerca y prácticamente no uso mi camioneta, salvo para viajar fuera de la ciudad. Sí, el espacio es más pequeño, no tenemos jardín, pero nos evitamos el estrés del tráfico, convivimos más, hacemos ejercicio y no gastamos en gasolina”.

Ahora bien ¿qué es la movilidad sustentable? Es importante plantear esta pregunta para evitar confundirla con la electromovilidad. La primera comprende un esquema jerarquizado de acciones que ubica en primer lugar evitar los traslados, después cambiar el modo de movernos y finalmente mejorar las tecnologías disponibles para hacerlo. Es decir, la electromovilidad abarcaría un aspecto de un esquema más amigable con el medio ambiente (siempre y cuando la carga del vehículo sea con electricidad generada libre de emisiones contaminantes), pero por sí sola es insuficiente para descarbonizar el transporte.

Cambiar el modo en que nos movemos y, en última instancia, evitar los desplazamientos, representan retos muy complejos en las ciudades que han crecido hacia las periferias, donde las viviendas y los centros de trabajo, los lugares de recreación, comercios, servicios y escuelas se encuentran lejos entre sí. Además de provocar congestión vial, contaminación, ruido y estrés para la población, esta situación ocasiona que, en promedio, los hogares mexicanos destinen cerca del 20% de sus ingresos al transporte. La mayoría de la población aspira a adquirir un auto para desplazarse, a falta de transporte público suficiente, seguro y accesible y de infraestructura adecuada para caminar. Paradójicamente, las personas con menores ingresos enfrentan más obstáculos para vivir sin auto, pues la compra y renta de vivienda cerca de donde hay más actividad comercial y de servicios está lejos de su alcance presupuestal.

Sin embargo, con el suficiente poder adquisitivo, familias como la de G pueden optar por vivir más cerca de todo. Al reducir las distancias entre su hogar y las diferentes actividades que realizan diariamente, evitan prácticamente todos los desplazamientos que antes hacían en su camioneta, cambiaron radicalmente la manera en que se mueven y redujeron drásticamente sus emisiones cotidianas. Vivir car-free es, de hecho, la medida con mayor impacto para reducir las emisiones personales, mucho más efectiva que reciclar, hacer composta, o dejar de comer carne. Además, la movilidad activa (caminar, usar la bicicleta u otros medios no motorizados) mejora la salud física y mental, la convivencia familiar y la relación con la comunidad. A escala urbana, reduce la congestión vial, el ruido y los accidentes viales.

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¿Cómo lograr que la vida sin auto sea accesible para todos, independientemente del ingreso o la ubicación? Se requiere una combinación de: condiciones del entorno físico; alternativas accesibles de transporte público; el interés personal y un cambio sociocultural que comprenda todos los ámbitos de la actividad urbana. Viviendas, vialidades, banquetas y cruces peatonales deben atender primero las necesidades de los peatones, en segundo lugar las del transporte público; en tercer lugar la de los vehículos particulares eléctricos (incluyendo vehículos de 2 y 3 ruedas) y finalmente las de los vehículos individuales motorizados.

Las reconfiguraciones del espacio público con este propósito en algunas zonas de distintas ciudades del país han promovido, aunque lentamente, cambios en la manera en que se percibe y se usa el espacio. Pero hace falta una transformación radical que no solo está en manos del gobierno. Esta transformación debe ser, en primer lugar, cultural, relacionada con los hábitos, tradiciones e inercias de comportamiento de las personas. Se requiere descentralizar al auto y reubicarlo en un lugar de herramienta, dejar de verlo como un fin en sí mismo, como objeto de deseo y sujeto de protección y privilegio por encima de las personas. Las ciudades surgieron por la necesidad de las personas de vivir en comunidad para satisfacer sus necesidades. Debemos recuperar este propósito para que el futuro posible sea uno en el que las ciudades ofrezcan una movilidad sostenible para todos sus habitantes. ¿O es que realmente queremos un futuro lleno de cybertrucks?

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Nota del editor. Verónica Garibay es consultora Senior en Política Climática. Adrián Fernández Bremauntz es director ejecutivo de Iniciativa Climática de México (ICM). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a los autores.

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