El desafío y la oportunidad residen en identificar y gestionar proactivamente los impactos empresariales, tanto positivos como negativos, lo que es bueno para el negocio debe ser bueno para las personas y el planeta. Debemos considerar que la empresa directa o indirectamente influye en sus empleados, en quienes forman parte de su cadena de valor, en las comunidades donde opera, en su entorno ambiental y, sobre todo, en sus clientes y consumidores.
Por ello, el análisis con criterios ESG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza, por sus siglas en inglés) es fundamental para tener claridad sobre los riesgos y, en consecuencia, diseñar acciones de Responsabilidad Social Corporativa y sostenibilidad que no solo cumplan, sino que superen las expectativas. La gestión ética de la empresa, basada en la integridad y la transparencia, ha demostrado ser consistentemente redituable.
He tenido la oportunidad de observar y aplicar estos principios en el desarrollo de empresas y organizaciones sin fines de lucro, y la mejora en su desempeño ha sido inequívoca.
Si bien un deber primordial de los gobiernos es proteger y hacer efectivos los derechos humanos, las empresas tienen una responsabilidad ineludible en este ámbito. Los primeros seis principios del Pacto Global de las Naciones Unidas se centran en esta dimensión social de la sostenibilidad corporativa, cuyo pilar fundamental son los derechos humanos, establecer procesos de debida diligencia para evitar vulnerar estos derechos y abordar cualquier impacto negativo debe ser parte de la estrategia comercial.
Pienso que la adhesión a estos principios, más allá del cumplimiento, es una manifestación de integridad y un reflejo de hacer lo que se hace bien. La visión integradora de la sostenibilidad social, que abarca desde los derechos de los trabajadores hasta la igualdad de género y la inclusión de grupos específicos como personas con discapacidad y la comunidad LGBTIQ+, no es solo una cuestión de ética, sino una estrategia inteligente para fortalecer la marca y su aceptación.
El impacto en las personas es directamente proporcional al valor de la marca y, por ende, a su éxito. Como complemento al respeto de los derechos humanos, las empresas pueden generar un valor adicional significativo. Esto implica crear empleos dignos, desarrollar bienes y servicios que satisfagan necesidades básicas, y construir cadenas de valor más inclusivas. Asimismo, las inversiones sociales estratégicas y la promoción de políticas públicas que impulsen la sostenibilidad social, así como la colaboración con otras partes interesadas para amplificar el impacto positivo, son acciones clave. La RSC, en su esencia, es una inversión intangible que, con el tiempo, genera el valor más importante: el de la palabra, el honor y la integridad.