Durante años, el debate corporativo en torno a la sostenibilidad se ha centrado en el cambio climático, las emisiones y la eficiencia energética. Sin embargo, otro desafío igual de urgente ha empezado a ocupar un lugar central: la pérdida acelerada de biodiversidad. Esta crisis, aunque menos visible en la agenda empresarial, está erosionando la base ecológica que sostiene el funcionamiento de sectores enteros de la economía.
Toda estrategia de sostenibilidad debe incluir la biodiversidad

Lejos de ser un tema exclusivamente ambiental, la biodiversidad está profundamente entrelazada con los sistemas productivos. Más del 50% del PIB global depende directa o indirectamente de servicios ecosistémicos como la polinización, el control biológico de plagas, la disponibilidad de agua dulce o la fertilidad del suelo. La desaparición de estos servicios no solo amenaza la conservación de especies, sino que compromete la estabilidad operativa de miles de empresas.
A pesar de esta dependencia estructural, muchas organizaciones aún no han incorporado una perspectiva estratégica sobre biodiversidad en sus modelos de negocio. En parte, esto se debe a que los impactos sobre la naturaleza han sido históricamente externalizados, y sus consecuencias económicas solo ahora comienzan a hacerse evidentes. El deterioro de los ecosistemas, la fragmentación de hábitats y la reducción de especies no solo afectan a industrias extractivas o agrícolas; también tienen implicaciones profundas para sectores como alimentos, farmacéutica, energía, moda, infraestructura y turismo.
Las razones para actuar no son únicamente ecológicas. Ignorar la degradación de la naturaleza expone a las empresas a múltiples riesgos: escasez de insumos clave, interrupciones en la cadena de suministro, incremento de costos operativos, conflictos socioambientales, sanciones regulatorias y pérdida de acceso a mercados con exigencias ambientales crecientes. Todo ello puede derivar en una reducción de competitividad y reputación.
Cómo construir una estrategia empresarial sobre biodiversidad
Una estrategia corporativa de biodiversidad no puede reducirse a proyectos de conservación ni a intervenciones filantrópicas. Requiere un enfoque estructurado, basado en evidencia científica, y alineado con los objetivos y riesgos del negocio.
El primer paso es realizar una evaluación integral de las dependencias e impactos que la empresa tiene sobre la naturaleza, considerando toda la cadena de valor y no solo las operaciones directas. Esta evaluación debe identificar los denominados “hotspots” o puntos críticos donde la actividad empresarial genera presión significativa sobre los ecosistemas. Puede tratarse del uso intensivo de agua, la transformación de suelos, la deforestación asociada al abastecimiento, o la generación de residuos que alteran el equilibrio ecológico. Entender estos impactos no solo es útil desde una perspectiva ambiental, sino también para anticipar riesgos operativos y reputacionales.
El análisis de impactos debe ir acompañado de una valoración de las dependencias. ¿Qué servicios naturales son esenciales para el negocio? ¿Qué pasaría si esos servicios dejaran de estar disponibles o se volvieran más costosos? Esta comprensión permite priorizar acciones y establecer metas realistas, alineadas con la estrategia general de la organización.
Con esta base diagnóstica, las empresas pueden definir objetivos concretos en materia de biodiversidad, preferentemente en línea con marcos como los Science-Based Targets for Nature (SBTN). Estas metas deben ser específicas, medibles y contextualizadas según la ubicación geográfica y la actividad de la empresa. El objetivo no es únicamente minimizar daños, sino también contribuir activamente a la restauración de ecosistemas.
Una vez establecidos los objetivos, es fundamental integrar la gestión de la biodiversidad dentro de las funciones clave de la organización. Esto implica que áreas como compras, operaciones, finanzas, recursos humanos y comunicación asuman responsabilidades específicas y trabajen de forma coordinada. La sostenibilidad no debe estar encapsulada en un solo departamento, sino incorporada en la toma de decisiones cotidianas.
Por ejemplo, el área de compras puede establecer criterios de abastecimiento regenerativo o trazabilidad; operaciones puede aplicar soluciones basadas en la naturaleza para la gestión de residuos o la protección de cuencas; y finanzas puede incluir indicadores de riesgo ambiental en sus análisis de inversión. Esta transversalidad es clave para evitar que la estrategia de biodiversidad se quede en el nivel declarativo.
Un componente esencial de esta estrategia es la colaboración. Ninguna empresa puede abordar por sí sola los desafíos ecológicos en los territorios donde opera. Es necesario trabajar con comunidades locales, organizaciones de la sociedad civil, gobiernos y otros actores del sector privado para impulsar transformaciones más amplias. Estas alianzas permiten compartir costos, escalar soluciones y generar legitimidad social.
La estrategia también debe incluir mecanismos de monitoreo y ajuste. La pérdida de biodiversidad es un fenómeno complejo y altamente localizado, por lo que las acciones deben adaptarse a las condiciones específicas de cada territorio. Evaluar los avances, aprender de la experiencia y corregir el rumbo cuando sea necesario es parte de una gestión madura y responsable.
Finalmente, es importante reconocer que actuar en favor de la biodiversidad no requiere esperar a tener todos los datos. Aunque las métricas disponibles aún evolucionan, las evidencias actuales son suficientes para tomar decisiones informadas. En contextos de alta incertidumbre, el principio de precaución sigue siendo una guía válida: la inacción ante la degradación conocida implica un riesgo mayor que la acción imperfecta.
Una nueva lógica empresarial
El avance hacia una economía más regenerativa, baja en carbono e inclusiva exige una nueva visión del desarrollo empresarial. Una visión que reconozca que los límites del planeta son también límites operativos, y que entender la relación con la naturaleza no es un lujo, sino una necesidad estratégica.
Esta transformación no será sencilla. Requiere voluntad política dentro de las empresas, inversiones a mediano plazo, y una mirada sistémica que conecte biodiversidad con clima, derechos humanos y gobernanza. Pero es también una oportunidad para redefinir el papel de la empresa en la sociedad y construir modelos más resilientes, relevantes y responsables.
Incorporar la biodiversidad en la estrategia empresarial es una condición estructural para sostener el negocio en un mundo donde los ecosistemas están cada vez más presionados y donde los criterios de éxito empresarial se están transformando.
Las empresas no pueden permitirse seguir operando de espaldas a la naturaleza. Su viabilidad futura depende, en gran medida, de la salud de los sistemas ecológicos que las rodean. Reconocer esta interdependencia es el primer paso hacia una nueva forma de hacer negocios.
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Nota del editor: Antonio Vizcaya Abdo es consultor en distintas organizaciones y profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México enfocado en Sostenibilidad Corporativa. Reconocido por LinkedIn como Top Voice en Sostenibilidad. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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