Reconozcamos algo: la energía es un habilitador del desarrollo. Sin ella, ningún proceso productivo inicia. Y es cierto, tenemos un reto enorme: cómo crecer el suministro energético sin comprometer el planeta. El Plan México lo entiende bien. Quiere más inversión en generación eléctrica, acelerar permisos y fortalecer la red nacional. Vamos por buen rumbo.
Pero la pregunta es: ¿Cuál será el papel efectivo del sector privado? ¿Dónde queda la innovación, inversión y agilidad que desde la iniciativa privada podemos aportar para acelerar la transición?
Oportunidad en nuestros recursos
México cuenta con un portafolio energético envidiable: irradiación solar de clase mundial, corredores eólicos, abundantes recursos hídricos. Entonces, ¿por qué insistimos en aumentar la producción de combustibles fósiles?
Es natural que los países productores de petróleo apuesten por los combustibles fósiles. Pero, si realmente queremos ser competitivos, atraer inversiones en data centers, impulsar la electromovilidad o fomentar el nearshoring, necesitamos complementar con fuentes de generación energética más eficientes.
Eso no solo alivia la presión sobre la demanda, sino que también fortalece nuestra soberanía energética y reduce la dependencia de una sola fuente. Vale la pena observar lo que ocurrió recientemente en España: una caída abrupta en la disponibilidad energética sumada a una alta dependencia de fuentes variables sin un sistema de almacenamiento robusto, provocó apagones generalizados. Este tipo de crisis revela la urgencia de construir un ecosistema energético completo, donde no solo se genere energía limpia, sino que también se almacene de forma eficiente para garantizar continuidad, estabilidad y resiliencia ante fluctuaciones.
No hay transición sin colaboración
El otro gran interrogante es: ¿qué se necesita para que el Plan México se materialice? La respuesta es clara: si no se construye desde la colaboración entre el gobierno, la iniciativa privada, la academia y la sociedad, no será viable. En ese sentido, el Instituto Politécnico Nacional (IPN) está jugando un papel clave en el desarrollo de nuevos vehículos eléctricos, y es justo reconocer su aporte. No solo está formando talento, sino que también está impulsando soluciones tecnológicas que ya están en marcha.
La oportunidad es enorme. Si hablamos de nearshoring, debemos entender que su éxito depende de la certeza energética. No se trata solo de atraer inversión, sino de garantizar que habrá suficiente energía disponible, en el momento exacto en que se necesite.
Que el Plan México en materia energética llegue a buen puerto no solo fortalecerá el mercado interno, también impactará la competitividad de las empresas, el poder adquisitivo de las familias y su calidad de vida. Por eso es clave que incluya metas alcanzables y reales que nos permitan tener un análisis cuantitativo y cualitativo.
Veo desafíos a futuro:
1. Descarbonización real: aumentar la producción de combustibles fósiles contradice los compromisos climáticos de México. Se requiere una hoja de ruta ambiciosa para romper con esa dependencia y acelerar la reducción de emisiones.
2. Integración del sector privado: La participación del sector privado en la transición energética ya está ocurriendo y está demostrando su valor. Empresas de distintos sectores están aportando innovación, agilidad, capital y experiencia en la implementación de soluciones que no solo aceleran la adopción de tecnologías limpias, sino que también generan una mayor eficiencia en todo el sistema energético.