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Electromovilidad, ¿por qué Norteamérica está perdiendo la carrera contra Asia?

La electromovilidad no debe ser una competencia entre países, sino como proyecto de integración regional. EU, México y Canadá comparten cadenas de suministro, tratados comerciales y flujos logísticos.
jue 12 junio 2025 06:02 AM
2040, el año límite para la electromovilidad
No se trata de copiar modelos asiáticos, sino de diseñar uno adaptado a las realidades geográficas y productivas del bloque norteamericano. ¿Qué implica esto en la práctica?, plantea Ari Cassab.

La carrera por el liderazgo en electromovilidad no se gana con promesas, sino con visión, voluntad e infraestructura robusta y accesible. Sin embargo, en Norteamérica, el debate ha estado centrado, principalmente, en el vehículo eléctrico, dejando en segundo plano el verdadero motor del cambio: la red de carga.

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Mientras Asia —con China a la cabeza— consolida ecosistemas interoperables a gran escala, invierte miles de millones en estaciones públicas de carga rápida y establece estándares nacionales desde hace más de una década, Estados Unidos enfrenta serias brechas de infraestructura dentro, pero sobre todo, fuera de sus grandes ciudades, al igual que Canadá y México.

China, por ejemplo, cuenta con más de 10 millones de estaciones de carga y su estrategia incluye desde autobuses eléctricos hasta transporte de carga pesada. Además, ha llevado su visión más allá de sus fronteras, invirtiendo en infraestructura de electromovilidad en otros países, lo que refuerza su papel como potencia exportadora de tecnología y vehículos eléctricos.

Por si fuera poco, el panorama se complica con decisiones legislativas que podrían frenar aún más el desarrollo. La aprobación del Big Beautiful Bill, por parte de la Cámara de Representantes en Estados Unidos, amenaza con eliminar los principales incentivos fiscales para energías limpias a partir de 2026. Este giro no solo afecta al mercado doméstico, sino que compromete la competitividad de la región.

A pesar de estas barreras, la región aún dispone de una ventana de oportunidad para reaccionar porque ni la innovación, ni la inversión son el problema. En Norteamérica ya existen startups, empresas tecnológicas, fabricantes y fondos de capital con soluciones listas para escalar. El verdadero obstáculo es la ausencia de una visión ambiciosa y coordinada en torno a la infraestructura.

Estrategia regional para una transición incluyente

La electromovilidad no debe pensarse como una competencia entre países, sino como un proyecto de integración regional. Estados Unidos, México y Canadá comparten cadenas de suministro, tratados comerciales y flujos logísticos. Ignorar esta interdependencia es desperdiciar escala, eficiencia y potencial de impacto, que es posible aprovechar a nuestro favor.

No se trata de copiar modelos asiáticos, sino de diseñar uno adaptado a las realidades geográficas y productivas del bloque norteamericano. ¿Qué implica esto en la práctica?

1. Interoperabilidad. Se requiere que las estaciones de carga funcionen con los mismos estándares, sin importar el proveedor, la ciudad o el país.

2. Distribución equitativa. La infraestructura no puede concentrarse solo en las grandes ciudades. Se debe planear una red que incluya comunidades rurales, corredores logísticos y zonas industriales transfronterizas.

3. Gobernanza colaborativa. Gobiernos, empresas energéticas, desarrolladores tecnológicos y usuarios deben colaborar con un objetivo claro: robustecer la red. No se trata de imponer soluciones, sino de construirlas en conjunto.

4. Rediseño de incentivos. Los estímulos deben enfocarse en la construcción de infraestructura eficiente y accesible, más que en los vehículos eléctricos.

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El riesgo para la región de no tomar este camino es que la electromovilidad se convierta en una solución limitada a zonas altamente urbanizadas, a personas con alto poder adquisitivo o a quienes cuentan con infraestructura privada como cargadores domésticos.

Reconocer que una infraestructura sólida no solo genera empleo, sino que también tiene el potencial para fortalecer la seguridad energética es el paso escencial para llevar la electromovilidad al siguiente nivel, uno donde pueda convertirse en una nueva columna vertebral económica, con impacto directo en sectores como el energético, el transporte, tecnología y hasta construcción.

El liderazgo asiático, que vemos hasta ahora, no es fruto del azar, sino de planificación, integración y escala. No obstante, Norteamérica aún puede responder con una visión estratégica y coordinada. Si la región logra alinearse no solo podrá competir, sino incluso superar a sus principales competidores.

Pero el reloj avanza.

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Nota del editor: Ari Cassab es CEO de Samej Energy Group. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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