El desarrollo comunitario también implica fortalecer la cadena de valor. FEMSA trabaja con miles de proveedores, quienes deben cumplir una serie de lineamientos y políticas de la compañía, pero que muchas veces no están desarrollando los temas de sostenibilidad, explica Garza.
“De tres años para acá, establecimos un programa que se llama Desarrollo de Proveedores en donde les vamos dando talleres, sensibilizaciones, les damos cursos también de administración y finanzas, de logística, porque un mejor desempeño del proveedor es un mejor negocio para él, y un mejor negocio para nosotros”, dice Garza.
Los resultados de los programas para desarrollar a sus proveedores no se ven de la noche a la mañana, es una apuesta a largo plazo, donde su prioridad está en los proveedores de marca propia y algunos de insumos críticos.
La colaboración con organizaciones civiles y autoridades también es parte clave del modelo. A través del programa Redondeo, por ejemplo, las tiendas canalizan donaciones hacía más de 300 asociaciones locales y trabajan también en la visibilización de las causas para garantizar su sostenibilidad más allá del donativo.
Con gobiernos locales, la compañía busca alinear sus esfuerzos con prioridades específicas como el rescate de espacios públicos o el fomento a la economía local, como con el programa “Hecho en México”, lanzado por la Secretaría de Economía. Esto permite generar sinergias, sumar recursos y amplificar el impacto.
La diversidad geográfica de las operaciones de la empresa también exige adaptabilidad. No todas las zonas tienen la misma infraestructura ni las mismas necesidades. En el caso del reciclaje, por ejemplo, mientras que en ciudades como Monterrey o Guadalajara es posible canalizar residuos hacia centros de procesamiento, en otras regiones simplemente no existen estas capacidades.