La sobreexplotación de los recursos naturales con las deforestaciones, contaminación del agua, consumo masivo de recursos marinos, extinción de especies y la expansión de las fronteras agrícolas han transformado los ecosistemas, pues a pesar de la flexibilidad y la adaptabilidad, estas no se pueden presionar hasta el infinito sin esperar consecuencias.
Un hecho de cómo la actividad humana influye en la transformación de los ecosistemas es el registrado en el parque nacional de Yellowstone, que abarca los estados de Wyoming, Montana e Idaho en Estados Unidos.
En 1926, un grupo de cazadores acabó con la última manada de lobos grises que dominaba la zona sin medir las consecuencias, pues sin lobos, la población de ciervo canadiense se disparó y con ello la vegetación se resintió enseguida e incrementó la erosión. No fue hasta 1990 que se reintrodujo el lobo a su hábitat, y después de dos décadas, la zona experimentó una recuperación de su biodiversidad.