El cambio climático ya no es una amenaza lejana, sino una urgencia inmediata. Mientras las temperaturas globales siguen en aumento y las consecuencias del calentamiento son cada vez más evidentes, las empresas de todo el mundo se enfrentan a un desafío monumental: transformar sus modelos de negocio para ser más sostenibles. México no es la excepción. Las compañías mexicanas deben adaptarse a nuevas reglas del juego si desean mantenerse competitivas y, sobre todo, viables en un mercado que demanda cada vez más responsabilidad ambiental.
La sostenibilidad reescribe las reglas del negocio

El reto es claro: las emisiones de gases de efecto invernadero deben reducirse en un 45% para 2030 si queremos mantener la esperanza de limitar el aumento de la temperatura global a 1.5°C, según el Informe Especial sobre el Cambio Climático del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). Y este no es solo un tema de políticas globales. Es una cuestión que impacta directamente en el modelo económico de las empresas.
De acuerdo con el Banco Mundial, la transición hacia una economía baja en carbono no solo es necesaria para cumplir con los compromisos internacionales, sino que representa una oportunidad de innovación y crecimiento: un mejor negocio.
Sin embargo, las empresas mexicanas, desde las grandes corporaciones hasta las pymes, se encuentran ante un obstáculo significativo: los altos costos asociados con la transición hacia tecnologías limpias. Aquí es donde entra en juego unas herramientas financieras cada vez más relevantes: el arrendamiento puro y factoraje. Básicamente, el arrendamiento puro permite a las empresas acceder a activos sin la necesidad de hacer una compra directa y, el factoraje es un financiamiento a corto plazo donde una empresa vende sus cuentas por cobrar para obtener liquidez inmediata.
Esta opción ofrece a las empresas la posibilidad de acceder a tecnología avanzada y eficiente, sin la necesidad de hacer una inversión inicial significativa, reducir su huella de carbono y, lo más importante, hacerlo de manera financieramente viable.
Esto representa una ventaja fundamental, especialmente en un país como México, donde la adopción de tecnologías limpias aún enfrenta barreras económicas.
Según el Foro Económico Mundial, 70% de las emisiones globales provienen de sectores como la energía, el transporte y la industria, que son precisamente los más demandantes de una renovación urgente.
Por tanto, uno de los máximos desafíos para las empresas es acceder a los equipos de última generación que cumplen con los más altos estándares de eficiencia energética y bajas emisiones, pero sin el compromiso financiero que implicaría una compra directa.
Para las empresas mexicanas, este modelo financiero no solo es una forma de mantenerse al día con las tendencias tecnológicas, sino también una estrategia clave en el proceso de descarbonización. Sin embargo, este proceso de transformación implica altos costos iniciales que muchas empresas no pueden asumir.
Un ejemplo claro de cómo este modelo puede contribuir a la descarbonización es el mercado de vehículos eléctricos en México. Aunque aún es pequeño, el número de vehículos eléctricos ha crecido un 20% en los últimos años, según la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA). Las empresas que optan por el arrendamiento puro pueden integrar vehículos eléctricos en sus flotas sin hacer una inversión significativa, lo que les permite reducir sus emisiones de CO2 mientras se alinean con las políticas de sostenibilidad a nivel global.
El mismo principio se aplica a las instalaciones de energía renovable. Los sistemas de paneles solares, que requieren una inversión inicial considerable, pueden ser adquiridos mediante arrendamiento, lo que hace más accesible la adopción de energías limpias.
Según un estudio de KPMG, las empresas que adoptan prácticas sostenibles y reducen su huella de carbono pueden mejorar su rentabilidad a largo plazo. Los consumidores y los inversionistas están cada vez más interesados en apoyar a empresas comprometidas con la sostenibilidad, lo que, a su vez, se traduce en mayores oportunidades de negocio.
Además, al reducir el costo de adquisición de activos, las empresas pueden destinar recursos a otras áreas clave de su operación, como la investigación y el desarrollo de productos más innovadores y sostenibles. Este enfoque optimiza la eficiencia operativa y mejora la competitividad a medida que la economía global se desplaza hacia un modelo más verde.
El cambio climático no espera, y la adaptación empresarial no es una opción, sino una necesidad urgente. Al adoptar tecnologías limpias y modelos financieros flexibles, las empresas se alinean con las exigencias globales y abren puertas a nuevas oportunidades de innovación.
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Nota del editor: Javier Muñiz, director general de Active Leasing. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.
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