Cuando hablamos de sostenibilidad solemos pensar en garantizar un futuro mejor, que, aunque loable, puede dormir solamente en el discurso si no se acompaña con un proceso metodológico y medible. En el caso de las empresas, donde se pueda integrar a sus modelos de negocio para generar valor compartido con la participación de las comunidades e individuos, en una visión común de crecimiento armónico.
Una visión compartida: el futuro no se hereda, se crea

Un aspecto clave para lograrlo es preparar a la juventud para integrarse de manera ágil y efectiva a las actividades productivas. Esto no solo le permite crecer profesionalmente, sino que también la posiciona como actor fundamental del desarrollo de sus comunidades.
Aproximadamente 16% de la juventud mexicana entre 18 y 24 años no estudia ni trabaja formalmente (OCDE, 2023). Esto significa que no está desarrollando habilidades productivas ni participando activamente en la construcción del país —y del mundo— que le tocará liderar. Esta desconexión tiene consecuencias profundas: limita la movilidad social, frena el desarrollo económico y debilita la competitividad del país y de sus cadenas productivas.
Las empresas que comprenden esta realidad deben actuar con una visión transformadora. Invertir en educación técnica, formación dual y empleabilidad juvenil no debe ser un esfuerzo aislado, sino una estrategia permanente y parte esencial de sus procesos productivos. Esto garantiza que existan manos capacitadas para operar las tecnologías del mañana y mentes preparadas para enfrentar los desafíos sociales y empresariales.
Incorporar a jóvenes en el desarrollo sostenible fortalece a las empresas desde su base. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) dejan de ser ideales abstractos para convertirse en una hoja de ruta concreta. En particular, el ODS 4 – Educación de Calidad y el ODS 8 – Trabajo Decente, representan inversiones directas en la cadena de valor. Herramientas como los SDG Impact Standards del PNUD permiten integrar metas sociales como la inclusión juvenil en el núcleo del modelo de negocio.
Apostar por la juventud es sembrar innovación. Las empresas que lo hacen están formando talento y cultivando prácticas responsables desde una generación que comprende el respeto al entorno, y la justicia con una renovada profundidad. Se ha documentado que los productos comercializados como sostenibles ahora tienen una participación de mercado del 23.8% en las marcas líderes, impulsada por consumidores jóvenes (NYU Stern Center for Sustainable Business, 2024). Esto demuestra que la juventud no solo exige sostenibilidad, sino que la convierte en motor de mercado.
Además, las nuevas generaciones están transformando la forma en que se hacen negocios. Desde su enfoque ético, han fortalecido esquemas de economía circular, impulsado la formalización del empleo en sectores rezagados y redoblado esfuerzos en el cuidado de recursos naturales, como el agua. Estas acciones no solo transforman comunidades: también transforman —e incluso crean— nuevas industrias.
A pesar de estos avances, aún queda mucho por hacer. Las organizaciones deben incorporar con mayor ambición la mentoría juvenil, invertir en habilidades digitales y, sobre todo, desarrollar modelos de negocio que integren talento joven en sus cadenas de valor como proveedores, emprendedores o aliados estratégicos. También es urgente medir el impacto de estas acciones y fomentar alianzas con universidades, centros de formación técnica y startups lideradas por jóvenes para cocrear soluciones desde el núcleo del negocio.
La inclusión juvenil, cuando se aborda con estrategia, genera impactos positivos en múltiples frentes: ODS 10 – Reducción de las Desigualdades, ODS 8 – Crecimiento Económico, y ODS 17 – Alianzas para Lograr los Objetivos. Es una vía para incluir a quienes, en otras condiciones, podrían quedar al margen. En otras palabras, es una estrategia desde la cual las empresas pueden contribuir a la construcción de un futuro más justo y con mayor crecimiento.
La buena noticia es que no estamos solos. Cada vez más empresas entienden que el talento joven es un activo que debe protegerse y potenciarse. Desde diversas plataformas y organizaciones empresariales, se están impulsando movimientos que reflejan un fuerte compromiso social, a partir de una visión de corresponsabilidad integral que trasciende la inmediatez y se traduce en cambios concretos en todo el ecosistema productivo y comunitario. Un ejemplo destacado es el Pacto Global México, que ofrece espacios para coordinar esfuerzos, compartir buenas prácticas y escalar soluciones de impacto.
Es vital entender que esta no es solo una iniciativa de las empresas u organizaciones de la sociedad civil, es precisamente un llamado a la juventud a que se convierta en socia estratégica del desarrollo, a que proponga, lidere y transforme.
Porque el futuro no se hereda, se crea. Y en este camino, como bien expresan los Objetivos de Desarrollo Sostenible, nadie debe quedar atrás.
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Nota del editor: Guillermo Garza Martínez es Director Ejecutivo de Asuntos Públicos, Comunicación y Sostenibilidad en Arca Continental, así como consejero de diversas empresas relacionadas con la industria y organizaciones internacionales, incluyendo PetStar, la planta de reciclaje de PET grado alimenticio más grande del mundo, Council of the Americas, U.S.-Mexico Border Philanthropy Partnership y Pacto Global de la ONU Red México.
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