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Normas que impulsan cambio: regulación como palanca de transformación económica

Al integrar los factores ESG en el desempeño financiero, se impulsa una visión prospectiva que obliga a mirar más allá de los resultados de hoy para anticipar los desafíos de mañana.
vie 05 septiembre 2025 06:01 AM
Segunda opinion y ESG
En lugar de ver las regulaciones como un costo, conviene entenderlas como puentes hacia un crecimiento más sólido, resiliente y generador de valor para todos. Lejos de sofocar a los mercados, las normas pueden ser la energía que los transforma, señala Patricia Moles.

“Si no hay multa, ¿por qué tengo que dar a conocer mi desempeño en materia de sostenibilidad?”. Esa pregunta, que todavía ronda en algunas empresas, se ha quedado muy corta frente a los retos del presente. Hoy, la información en sostenibilidad no es un trámite burocrático: puede convertirse en un insumo clave para la innovación, la planeación estratégica y la competitividad.

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A partir de 2025, los reguladores de las bolsas de valores en 36 países —incluido México— adoptaron requerimientos obligatorios de información de sostenibilidad para las emisoras de valores. ¿La razón? Cada vez hay más evidencia de que los inversionistas necesitan factores ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) para evaluar las perspectivas financieras de una compañía. Ignorarlos implica operar con puntos ciegos que pueden afectar flujos de caja, posición financiera e incluso el costo de capital.

En México, la regulación no se limitará a las empresas listadas. Desde 2026, las pymes deberán incluir en sus estados financieros una nota con treinta métricas de sostenibilidad, siguiendo las nuevas Normas de Información de Sostenibilidad. El objetivo es claro: avanzar hacia cadenas de valor más sólidas y responsables.

Los mercados funcionan con información

Los mercados se mueven con base en datos confiables. Clientes, consumidores e inversionistas toman decisiones a partir de la calidad de la información disponible. Cuando el entorno ambiental y social cambia a gran velocidad, la falta de datos comparables y estandarizados provoca incertidumbre, asimetrías y, con ello, decisiones ineficientes.

Por eso, las normas de sostenibilidad no deben verse como un ejercicio de cumplimiento, sino como insumos estratégicos. Al integrar los factores ESG en el desempeño financiero, se impulsa una visión prospectiva que obliga a mirar más allá de los resultados de hoy para anticipar los desafíos de mañana.

Un ejemplo claro son las emisiones de gases de efecto invernadero. Hoy, 12 estados de la República aplican impuestos al carbono. Medir la huella de carbono no solo ayuda a cumplir la ley: permite identificar oportunidades de ahorro mediante eficiencia energética o migrar hacia energías renovables, lo que suele traducirse en ventajas competitivas.

Lo mismo ocurre con el agua. Conocí recientemente a una empresa que ofrece sistemas de captación pluvial. Para ella, contar con información sobre estrés hídrico y consumo de agua significa poder ubicar regiones y sectores vulnerables, orientar su estrategia comercial y maximizar su impacto. En otras palabras, al integrar factores ambientales y sociales en la gestión del negocio, las compañías no solo cumplen: también se vuelven proveedores más confiables, generando cadenas de suministro más sólidas y resilientes.

De lo periférico a lo estratégico

Durante años, los impactos ambientales y sociales se consideraron temas periféricos, ajenos al “core business”. Hoy, la normatividad en sostenibilidad empuja un cambio de paradigma: la gestión de riesgos socioambientales y una gobernanza robusta se han vuelto pilares de la creación de valor.

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El hotel que preserva un manglar en lugar de construir más cuartos no solo reduce riesgos frente a huracanes: protege la biodiversidad y mejora la calidad de vida de la comunidad. La empresa que apuesta por prácticas agrícolas regenerativas se blinda contra sequías, mientras fortalece la fertilidad del suelo y reduce costos en fertilizantes. La organización que invierte en su capital humano enfrenta menor rotación y atrae talento, lo que eleva la productividad y el bienestar de su gente.

Estos ejemplos reflejan un cambio cultural y regulatorio que abre espacio a empresas que no solo generan utilidades, sino también bienestar colectivo. Las normas dejan de ser un límite impuesto desde afuera para convertirse en el marco que define cómo competir en un mundo donde la sostenibilidad ya no es opcional.

En lugar de ver las regulaciones como un costo, conviene entenderlas como puentes hacia un crecimiento más sólido, resiliente y generador de valor para todos. Lejos de sofocar a los mercados, las normas pueden ser la energía que los transforma.

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Nota del editor: Patricia Moles es miembro del consejo directivo de Sistema B México y representante del Consejo Mexicano de Normas de Información Financiera ante el ISSB. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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