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El mito de la empresa consciente

Si el gobierno y las regulaciones internacionales no obligan a las empresas a pagar por sus propios costos no monetarios, los consumidores pagarán los esfuerzos aislados de evitarlos.
mié 15 octubre 2025 06:04 AM
¿Por qué la confianza pública es esencial para las empresas?
El problema de propagar el discurso de que el poder de cambio está en las empresas, es que se pone el peso en el consumidor y su buena fe de llevar a cabo un consumo “consciente”, “responsable”, “ético”, “sostenible” que en su totalidad no existe. En el capitalismo no existe, apunta Alejandra Montaño Murrieta. (iStock)

A inicios de septiembre se llevó a cabo el Encuentro +B de Sistema B, una certificación de sostenibilidad otorgada a empresas. El evento fue en Belém, Brasil, ciudad que será la sede para la COP30 en noviembre de este año. Fue un evento empoderador e inspirador, sin duda, ¿pero se puede generar en ese tipo de espacios el cambio que realmente necesitamos? Habló la activista política Lucia Ixchiu y la líder espiritual de un pueblo originario de la zona, Mam’etu Muagliè, en el evento patrocinado por una empresa minera y una multinacional fabricante de golosinas, en nombre de una certificación otorgada a cafés instantáneos desechables. Industrias conocidas por el daño ecosistémico que genera la extracción de sus materias primas, y la falta de derechos humanos y de condiciones dignas en su producción. ¿Los contrastes son una forma de incluir a todos en el diálogo transformador? ¿O simplemente una falta de congruencia que exhibe un discurso insuficiente?

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Se aproxima la COP30 y su sede es una ciudad en la que parece que se está preparando una postal. Hay camellones y sitios históricos bajo remodelación para recibir artistas, diplomáticos y las más grandes empresas. Qué bueno que inviertan en un camellón bonito, pero, ¿será que su presencia hace algo por el déficit habitacional de casi 84,000 viviendas? (población de Belém 2.2 millones) [ Guerreiro, G., 2025 ]. ¿O hará algo por la expropiación y explotación de tierras y cultura que sufren los pueblos amazónicos? No siento a sus habitantes muy esperanzados.

En la Casa de las Once Ventanas de Belém, actualmente se encuentra una exposición titulada “Suelos, territorios de interpenetración”, curada para mostrar desde minerales hasta el desalojo de primeros habitantes y toda la violencia e injusticia social que existe en medio. Fueron artistas, activistas y trabajadorxs del museo quienes se aseguraron de que dicha exposición se mantenga hasta diciembre, con la esperanza de que al menos algunos asistentes de la COP30 vayan a verla. Pero el gobierno no iba a permitir que la exposición denunciara directamente quiénes arrebatan el suelo y sus frutos. Un sistema capitalista siempre protegerá a quienes generan el capital.

¿Cómo encaja todo esto? Hemos caído en el mito de la compensación de las empresas, como si hubiera una cantidad suficiente de buenas prácticas que eliminaran la destrucción entera de ecosistemas por excavación petrolera o consumo de aceite de coco y palma (declarado, claro, como “aceite vegetal” en los empaques). Y sí, hay empresas que intentan hacer las cosas de forma distinta, pero, ¿se justifica participar en el juego solo porque dices querer cambiar las reglas? El problema de propagar el discurso de que el poder de cambio está en las empresas, es que se pone el peso en el consumidor y su buena fe de llevar a cabo un consumo “consciente”, “responsable”, “ético”, “sostenible” que en su totalidad no existe. En el capitalismo no existe. Y no me mal entiendan, le aplaudo a las empresas que realmente están intentando un modelo distinto y le reconozco el esfuerzo a los consumidores que deciden rechazar los productos que más dañan. Pero la sostenibilidad que ponga la agencia en el consumidor nunca pasará de ser un privilegio de clase. Producir en una economía capitalista siempre será más caro para quienes prioricen algo distinto al capital. ¿Quién lo va a pagar?

Si el gobierno y las regulaciones internacionales no obligan a las empresas a pagar por sus propios costos no monetarios, los consumidores pagarán los esfuerzos aislados de evitarlos. Dejemos de voltear a ver al consumidor individual que tiene que llegar a fin de mes y pongamos la mirada en quienes toman sin pedir ni pagar ni regresar. ¿Qué pasaría si las empresas pagaran por los costos reales a nivel sociedad y medio ambiente que tiene su producción? ¿Qué pasaría si hay un límite a los recursos que pueden tomar? ¿Qué pasaría si se subsidia la producción justa? ¿Qué pasaría si en vez de comunicar sus programas de “sostenibilidad”, las empresas son obligadas a comunicar con detalle su proceso productivo, obtención de recursos e imágenes de la destrucción que ello implica? ¿Qué pasaría si se le da el altavoz a quienes han vivido, cuidado y mantenido la tierra por miles de años? Ojalá la COP30 mire más esas preguntas que el show de Coldplay.

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No se trata de hacer empresas más conscientes, la consciencia es volátil y el empirismo no respalda que los hombres poderosos la tengan. No podemos estar a la merced de cuánta gente se tocará el corazón y sacrificará su bienestar y seguridad para aislarse de un mercado que continuará sin ellos. No me vendan una sostenibilidad que juega dentro del capitalismo. No me hablen de “negocios conscientes” en un “capitalismo consciente”, porque si revisamos los términos y se nos quita la tibieza, cualquier cosa que su definición se centre en ganancias, acumulación o capital, sigue siendo un reacomodo de la priorización incorrecta.

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Nota del editor: Alejandra Montaño Murrieta es Licenciada en Matemáticas Aplicadas por el ITAM, especializada en sostenibilidad corporativa a través de su rol en el equipo de Living Companies, consultora de sostenibilidad. Se desarrolla en medios de activación social a través de colectivas feministas y antipatriarcales. Escríbele a alemontanom@gmail.com y/o síguela en X como @MontMurri Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

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