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El autoconsumo solar en la nueva era energética

Cada vez más empresas en todo el país entienden que producir su propia energía no solo reduce costos: asegura continuidad operativa, incrementa la rentabilidad y fortalece su compromiso ambiental.
lun 03 noviembre 2025 06:00 AM
El autoconsumo solar en la nueva era energética
México cuenta con el potencial solar y humano para convertirse en un referente global, pero debe asegurar condiciones estables y seguridad jurídica que fomenten la inversión y la innovación, considera Ángel Nicolás Morales. (Foto: Cortesía EMMI)

México atraviesa un momento decisivo en su transición energética derivado de los recientes cambios regulatorios. La búsqueda de eficiencia, independencia y sostenibilidad ya no es exclusiva de las grandes generadoras, sino una meta compartida por toda la industria y los distintos grupos de interés. Cada vez más empresas en todo el país entienden que producir su propia energía no solo reduce costos: asegura continuidad operativa, incrementa la rentabilidad y fortalece su compromiso ambiental.

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En los últimos años, la adopción de tecnologías de autoconsumo y almacenamiento ha transformado el panorama energético nacional. Lo que comenzó como un movimiento impulsado por la necesidad de reducir costos eléctricos hoy se ha convertido en una estrategia de competitividad: la energía limpia es ya un componente esencial en la estructura productiva del país.

Hemos visto cómo los proyectos de autoconsumo y generación distribuida han pasado de ser aislados a integrarse en cadenas de valor completas, desde la manufactura hasta el comercio y los servicios. Este cambio ha sido posible gracias a la madurez tecnológica, la mayor accesibilidad financiera y, sobre todo, a la creciente conciencia de que la energía es un factor determinante para la soberanía y el desarrollo económico de México.

Nuevo marco regulatorio

El nuevo marco regulatorio en materia de autoconsumo y almacenamiento representa un avance significativo. Por un lado, otorga mayor certeza jurídica a los inversionistas y usuarios; por otro, incentiva modelos híbridos y descentralizados que fortalecen la seguridad energética del país. Permitir que las industrias generen una parte importante de su propia electricidad —en algunos casos hasta 20 MW— abre la puerta a una verdadera modernización del sistema eléctrico mexicano.

El reto ahora es, desde mi punto de vista, lograr que esta transición sea ordenada, equitativa y sostenible. México cuenta con el potencial solar y humano para convertirse en un referente global, pero debe asegurar condiciones estables y seguridad jurídica que fomenten la inversión y la innovación. Solo así el país podrá consolidar una infraestructura energética moderna, eficiente y resiliente ante los retos del cambio climático y las exigencias del mercado mundial.

Considero que, en este contexto, el liderazgo energético no se mide únicamente por la capacidad instalada o los kilovatios generados, sino por la habilidad de un país para crear un ecosistema que integre innovación, financiamiento verde y cultura energética sólida.

Creo que las políticas públicas deben construir confianza en el consumidor e inversionista, incentivando la cooperación entre sectores para lograr una verdadera transformación energética. La competitividad de México dependerá, en buena medida, de su capacidad para democratizar el acceso a fuentes renovables y convertirla en una herramienta real de inclusión y progreso sostenido.

El autoconsumo solar, bien entendido, no es solo una tendencia tecnológica: es una herramienta de independencia y progreso compartido. Como parte del Plan de Desarrollo del Sector Eléctrico Nacional, el gobierno de México busca que la iniciativa privada invierta en los próximos 4 años más de siete mil millones de dólares en centrales eléctricas limpias (tecnología fotovoltaica y eólica), con el objetivo de adicionar más de 7,000 MW a la red, ubicados estratégicamente en zonas de necesidad, siendo una inversión tangible de desarrollo, responsabilidad ambiental y visión de futuro.

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Creo que México tiene la oportunidad de impulsar una economía solar inteligente, capaz de integrar innovación, educación técnica, desarrollo regional y políticas de largo plazo que alineen competitividad, transición justa y compromiso sustentable. La nueva era energética exige, por tanto, una visión a largo plazo, donde el equilibrio entre productividad, sostenibilidad y desarrollo social sea el eje rector.

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Nota del editor: Ángel Nicolás Morales ( LinkedIn @Angel Nicolás), es emprendedor, CEO y fundador de EMMI. Es egresado del IPADE Business School (programa AD2). Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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Opinión Industria energética

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