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Los hogares ricos concentran la mayor huella de carbono en México

El 10% de la población con mayores ingresos concentra más de la mitad de la riqueza nacional, lo que se traduce en patrones de consumo intensivos y mayor uso de energía.
mié 29 octubre 2025 05:56 AM
Hogares ricos
Los hogares más ricos consumen más, usan vehículos privados, toman más vuelos y tienen mayores superficies habitacionales, lo que se traduce en un mayor uso de energía. (Foto: Jeff Greenberg/Jeffrey Greenberg/Universal Imag)

La desigualdad económica en México tiene una huella tangible en el aire, y es que las brechas de ingreso se reflejan también en la distribución del carbono: quienes más ganan, emiten más.

De acuerdo con el estudio de la UNAM ‘Cambio climático y desigualdad de ingresos: un análisis I-O de la estructura e intensidad de las emisiones de GEI en los hogares mexicanos’, elaborado por Mónica Santillán, Angel de la Vega y Jorge Islas, el 10% de los hogares más ricos del país generan 53.4 megatoneladas de CO2 equivalente por año, que equivale a 26.8% de las emisiones totales de los hogares.

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Según el Banco Mundial, el 10% más rico en México concentra cerca del 60% de la riqueza nacional. Tal concentración de recursos se traduce en patrones de consumo intensivos: más viajes aéreos, vehículos privados de gran tamaño, mayores superficies de vivienda y, por tanto, un mayor uso de energía. Para la Agencia Internacional de Energía (AIE), el sector residencial representó alrededor del 17% del consumo final de energía en México en 2023, y su peso crece conforme lo hace el poder adquisitivo.

“Eso habla de patrones de consumo de energía y de materiales, pero también de un enorme potencial en este sector de reducción de emisiones”, dice Verónica Garibay, gerente de Política Energética en la Iniciativa Climática de México (ICM).

Para Garibay, la clave está en reconocer que los hogares de altos ingresos no solo contribuyen más al cambio climático, sino que también tienen el poder y la responsabilidad de actuar antes.

“Si bien los sectores de mayores ingresos tienen una carga de emisiones mucho más alta, también tienen las posibilidades de invertir en tecnologías, cambios de procesos, mucho más accesibles que para otros sectores”, comenta la especialista.

La transición energética justa, por tanto, pasa no solo por políticas públicas, sino por una transformación cultural y ética de quienes más tienen.

ICM propone aprovechar el potencial de liderazgo de estos grupos. “Podemos apalancarnos con ciudadanas, ciudadanos de este sector de la población para acelerar la transición hacia un futuro con menos carbono”, señala Garibay.

Esto implica desde instalar paneles solares o reducir el uso del automóvil, hasta influir en sus entornos laborales y comunitarios.

“Las personas con altos ingresos también tienen una alta influencia política en sus entornos. Pueden influir dentro de sus ámbitos laborales, familiares, de comunidad, a que se vaya dando también esta transición hacia una descarbonización de las actividades de todos”, comenta la experta.

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Sin embargo, el reto es complejo. Cambiar hábitos de consumo y patrones de comportamiento requiere estrategias diversas y sostenidas, pero la evidencia internacional muestra que las políticas bien diseñadas funcionan.

Ejemplo de ello, dice Garibay, es el “impuesto o una cuota más alta para cierto tipo de comportamiento que tú quieres reducir, como los impuestos para los cigarros o las bebidas azucaradas, se ha comprobado que son efectivas para reducir el consumo”.

En materia ambiental, México ha tenido resultados parciales, como el programa Hoy No Circula y los incentivos fiscales para vehículos híbridos o eléctricos. “Ha funcionado muy bien para renovar la flota vehicular que en la Ciudad de México es mucho más moderna que en otras ciudades del país”, señala Garibay.

A nivel global, los impuestos al carbono y las regulaciones de eficiencia energética se han mostrado eficaces para contener las emisiones del consumo de lujo. Garibay coincide en que este tipo de políticas son necesarias y que su objetivo no es castigar, sino orientar los incentivos hacia un consumo más responsable y tecnológicamente eficiente.

Con este tipo de medidas las personas también se vuelven más conscientes, lo que las obliga a cambiar algunos hábitos de consumo. En el horizonte hacia 2050, Garibay imagina a un “ciudadano net zero” que consume de manera local, evita el desperdicio, utiliza energías limpias y se involucra en su comunidad.

“Es una persona que planea perfectamente, que come productos locales, que tiene sistemas de control de consumo de agua y de captura de agua en su vivienda, que utiliza paneles solares para consumo eléctrico, que sabe de dónde viene su ropa, y que no compra fast fashion”, dice Garibay.

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