El cambio climático le cambia el juego a las aseguradoras
Ante las catástrofes por el cambio climático las aseguradoras enfrentan mayores costos por siniestros y deben replantear sus modelos de negocio para mitigar los riesgos.
Las aseguradoras deben actualizar mapas de riesgo, redefinir primas y utilizar tecnologías como la IA para mejorar la predicción de riesgos.(Foto: DAVID CARBAJO/AFP/NurPhoto via AFP)
Rosalía Lara
Sequías severas en el norte del país, incendios forestales en zonas antes consideradas húmedas, inundaciones atípicas en centros urbanos. O fenómenos como el huracán Otis, que en octubre de 2023 borró del mapa gran parte de la infraestructura hotelera de Acapulco, devastó viviendas y dejó sin electricidad ni comunicación a una ciudad de casi un millón de habitantes. Los desastres naturales provocados por el clima se han acumulado en México en los últimos años. El Índice de Riesgo Mundial 2024, que evalúa el riesgo de desastres en 193 naciones, coloca al país en la quinta posición con mayor riesgo y la segunda con mayor exposición.
Otis, que en menos de 12 horas pasó de tormenta tropical a huracán categoría 5, fue un fenómeno inusual. En una bahía como la de Acapulco, los huracanes no suelen llegar con tanta intensidad. Y casi un año más tarde, en septiembre de 2024, John, de categoría 3, golpeó Marquelia, a casi tres horas de Acapulco. La llamaron tormenta zombi por debilitarse a tropical, para convertirse de nuevo en huracán categoría 1 y volver a golpear la costa.
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Es un claro ejemplo de la nueva normalidad climática: fenómenos extremos, más frecuentes e impredecibles. Otis se convirtió en la tercera catástrofe más costosa para las aseguradoras en la historia de México, después del covid-19 y del huracán Wilma, en 2005.
A nivel mundial, el panorama también es complejo. Según el informe ‘Sigma’, de Swiss Re publicado en 2024, los desastres naturales causaron pérdidas por 291,000 millones de dólares en 2023, de las que solo 117,000 mdd estaban aseguradas. Esto dejó una brecha de protección del 60%.
Tras los incendios de enero en California, la aseguradora State Farm estima que sus pérdidas directas ascienden a 7,600 mdd.(BRANDON BELL/AFP/Getty Images via AFP)
René Ríos, líder de consultoría en Riesgos de Clima y Sostenibilidad para Marsh Latinoamérica, explica que una de las consecuencias “más claras” del cambio climático es el incremento en la frecuencia y la severidad de los eventos climáticos extremos. Es decir, huracanes, inundaciones rápidas, sequías o estrés hídrico.
El costo del cambio climático no solo se mide en pesos y centavos. También tiene efectos sobre la salud, la seguridad y la alimentación. Las olas de calor más frecuentes provocan un aumento en enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Las inundaciones exponen a poblaciones a enfermedades transmitidas por el agua y a desplazamientos forzados, y las sequías recurrentes ponen en jaque la seguridad alimentaria. Entre 1972 y 2010, de los daños climatológicos, el 52% se concentró en el sector productivo; de esos, el 80% se registró en el subsector agropecuario y forestal, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) advierte que, a partir de 2030, el cambio climático causará aproximadamente 250,000 muertes adicionales por año debido al calor extremo, la desnutrición, la malaria y la diarrea. En México, en 2023, el 87% de las defunciones por desastre natural se debieron a las temperaturas extremas, señala el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).
“Estos datos tienen un impacto económico, porque, al final de cuentas, muchas de esas personas son sustentos de sus hogares. Y las personas más vulnerables son las que tienen menores ingresos, que, además, están en zonas rurales”, dice María de los Ángeles Yáñez, directora interina de la Maestría en Ciencia de Riesgo del ITAM.
Swiss Re en su reporte ‘Sonar 2024, Nuevos riesgos’, agrega que el cambio climático también puede provocar escasez de alimentos y agua, y, a su vez, disturbios y migraciones masivas, lo que podría desestabilizar las sociedades y las relaciones internacionales.
Un nuevo enfoque
Para las aseguradoras, este escenario significa repensar sus modelos de negocio, pues enfrentan mayores pagos por siniestros y eventos nunca antes vistos en términos de velocidad e impacto, por lo que deben actualizar mapas de riesgo y redefinir primas para seguir siendo viables en un entorno donde los eventos extremos ya no son la excepción.
“Con el cambio climático, el escenario cambió porque lo que antes era relativamente predecible, ahora se vuelve de alguna manera muy impredecible y eso nos impacta como industria en nuestras estrategias de toma de riesgo y también en el diseño de productos”, asegura Omar Mendoza, CEO de HDI Global México.
La industria aseguradora depende de sus modelos predictivos para tomar decisiones sobre a quién cubrir, para qué riesgos, las primas que cobrará y las reservas que deberá tener. Con escenarios difíciles, el sector va a ciegas. “Como cada vez hay más eventos extremos, las aseguradoras al final están aumentando sus pérdidas, están pagando más reclamaciones y, obviamente, baja su rentabilidad del negocio”, indica Gema Sacristán, socia de Sostenibilidad y Cambio Climático de Crecimiento de Mercado de Deloitte Spanish Latin America.
De seguir así, la experta señala que las empresas pueden reconsiderar sus portafolios y modificar las coberturas a sectores altamente expuestos al riesgo climático, como el agro. La consecuencia sería un aumento en el precio de los productos.
Para afinar sus metodologías, las compañías de seguros se han aliado con la inteligencia artificial, el big data y sistemas satelitales para tener mucha más data agregada que permita predecir mejor los riesgos, ya que al ser eventos nunca antes vistos, no hay información histórica. Los modelos actuales son más dinámicos y utilizan más el aprendizaje estadístico, los modelos probabilísticos y se aprovechan los desarrollos de programación y las capacidades de cómputo.
“Lo que hacemos es calibrar los distintos modelos que utilizamos con el fin de tener una mejor evaluación”, dice Óscar Pineda, ejecutivo técnico de Mapfre México. “Necesitamos mucha información, porque este tipo de eventos no necesariamente impactan en la misma magnitud”.
Estas herramientas les permiten tener más precisión, no solo para predecir la incidencia de algún desastre, sino también para ponerle un mejor precio al riesgo y ajustar las primas de acuerdo a cada cliente, según en qué zona se encuentre, qué quiere asegurar, la densidad de la población o la probabilidad de ciertos riesgos, entre otros factores.
El uso de tecnología también permite diversificar riesgos. Por ejemplo, si una aseguradora tiene un porcentaje de asegurados de algún sector muy expuesto, busca aumentar su penetración en otros que lo estén menos. Estos nuevos modelos también permiten a las empresas generar sus reservas y sus requerimientos de capital. En México, el índice de solvencia del sector es de 3.1 veces, de acuerdo con la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas (CNSF).
Los efectos del cambio climático se viven en todos los países.(Foto: Ángel Marítinez/Getty Images/Getty Images)
Además, colaboran con gobiernos y organizaciones civiles en programas de resiliencia climática. En España, Zurich participa en proyectos para reducir la vulnerabilidad de zonas urbanas ante inundaciones. Y Lloyd 's, con el Fondo de las Naciones Unidas para el Desarrollo del Capital, lanzó un vehículo para proporcionar financiamiento de riesgos de desastres a los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo del Pacífico.
El dilema
Pero mientras el sector asegurador reconoce los efectos del cambio climático y paga su costo, también financia sectores considerados altamente contaminantes. La ONG Insure our Future señala que la mayoría de las aseguradoras, que junto a los planes de pensiones son los inversionistas institucionales más grandes del mundo, mantienen inversiones en petróleo y gas. Aunque varias han firmado los principios para la inversión responsable de la ONU, más del 80% del mercado sigue sin aplicar restricciones claras a las industrias más contaminantes.
“No es tanto greenwashing, porque sí que están contando la verdad sobre en qué están invirtiendo, pero lo que está claro es que hay una falta de coherencia respecto a lo que digo que hago y cómo me veo afectado y luego en lo que hago”, comenta Sacristán.
Esta dualidad hace más urgente la necesidad de transparentar a la industria. Organismos como el Task Force on Climate-related Financial Disclosures (TCFD), creado por el Consejo de Estabilidad Financiera, han desarrollado estándares para que las aseguradoras y otras instituciones financieras informen de manera clara cómo gestionan los riesgos climáticos. Algunos países ya han comenzado a exigir estos reportes.
En México, la CNSF ha empezado a trabajar en una guía regulatoria. Y, desde enero, las aseguradoras en el país están obligadas a integrar los principios ESG dentro de su gobierno corporativo. Esto implica que deben revisar su apetito de riesgo a través de un enfoque que contemple la sustentabilidad. E incluye desde la política de suscripción y los segmentos de negocio que atienden hasta sus políticas de recursos humanos, indicadores de desempeño y procesos de toma de decisiones.
Mientras en México hay un avance, a nivel internacional las cosas han cambiado. Una de las principales iniciativas es la Net-Zero Insurance Alliance (NZIA), promovida por la ONU, que busca que las aseguradoras eliminen sus emisiones netas antes de 2050. Sin embargo, varios grandes participantes se han retirado del compromiso, argumentando presiones regulatorias.
Un futuro con oportunidades
El futuro no pinta sencillo. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ha advertido que, incluso si se cumplen los compromisos climáticos actuales, el planeta enfrentará un aumento de eventos extremos en las próximas dos décadas. El principal reto en este escenario es el acceso al seguro. La penetración en México es baja: apenas el 3.2% del PIB, muy por debajo del promedio mundial del 7%, de acuerdo con la CNSF. Esto limita la capacidad del sector para enfrentar la creciente exposición a riesgos climáticos.
Lo más importante en los seguros es el principio de la mutualidad que, en pocas palabras, quiere decir que las primas de muchos pagan los siniestros de pocos. “Tener una masa de asegurados muy importante es lo que ayuda realmente a lograr esa estabilidad para que las aseguradoras puedan cumplir con el pago de los siniestros”, comenta Yáñez. El otro beneficio de tener una tasa de penetración mayor son los precios. Con más personas aseguradas, el costo de las primas se estabilizan, por lo que es más barato asegurarse.
El cambio climático mayor riesgo de incendios en muchas partes del planeta.(Foto: MARIO TAMA/AFP/Getty Images via AFP)
Los riesgos del cambio climático serán cada vez más palpables. Según el ‘Informe de riesgos globales 2025’, elaborado por el Foro Económico Mundial con Marsh McLennan y Zurich Insurance Group, los ambientales lideran el ranking de riesgos a 10 años. En ese futuro, las especialistas señalan que el sector asegurador no puede limitarse a una función financiera. Su conocimiento, su capacidad de análisis y su experiencia deben posicionarlo como actor clave en la construcción de resiliencia climática
Esto implica no solo pagar siniestros, sino también influir en políticas públicas y fomentar la inversión sostenible. También supone un cambio cultural para ver el seguro no como un gasto, sino como una herramienta de adaptación. “Cuando ocurren estos fenómenos naturales y se convierten en desastre, los seguros ayudan a que la recuperación económica sea mucho más rápida porque se generan estos recursos para atender la emergencia”, dice Yáñez.
También deben ser agentes de cambio al crear conciencia y empujar a sus clientes hacia prácticas más responsables. Como parte de un sector cuya razón de ser es la gestión de riesgos, las aseguradoras no solo evalúan, sino que asesoran a sus clientes sobre cómo reducir sus vulnerabilidades.
Esa lógica debe extenderse a la implementación de criterios ESG. Si una aseguradora decide incluir en su apetito de riesgo solo a empresas que cumplan con estos principios, sus evaluaciones deben integrar preguntas como si cuenta con filtros para tratar el agua residual, manejo de emisiones o procesos de gobernanza, entre otras medidas. Y según sus respuestas, deberían poder obtener una prima más baja o enfrentar un ajuste al alza. En casos extremos, incluso podrían ser rechazadas como asegurables. Este enfoque, explica Yáñez, se puede convertir en una herramienta poderosa para inducir mejoras.
Casi un año después de que Otis azotó Acapulco, el huracán John golpeó parte de la bahía.(Foto: FRANCISCO ROBLES/AFP/AFP)
“El sector asegurador es importantísimo para todos los esfuerzos de adaptación y resiliencia climática, pero no va a ser una varita mágica. Se tiene que estructurar y tener un robusto análisis de riesgos para identificar qué estrategias de mitigación, de respuesta, de recuperación, va a implementar cada una de las empresas y cómo estos seguros van a ayudar en cada una de esas etapas, dependiendo de las capacidades financieras y el riesgo que pueda tener”, dice Ríos.
El futuro no ofrece certezas, pero los pronósticos sí permiten anticipar escenarios. Según el IPCC, los eventos extremos serán más frecuentes e intensos. Las zonas costeras, las regiones agrícolas y las grandes ciudades enfrentarán retos sin precedentes y, ahí, el sector asegurador se convierte en un actor clave para construir resiliencia.